Ficha Limpia y el juego de culpas: Francos intenta desmarcar al Gobierno y pide consenso con el PRO
El episodio de Ficha Limpia no sólo fracasó como iniciativa ética, sino que dejó al desnudo la precariedad política de un Gobierno que pretende imponer su agenda sin negociar, y que ahora empieza a ver los límites de su propio relato.

La fallida votación del proyecto Ficha Limpia en el Senado dejó al descubierto no sólo el frágil entramado legislativo del oficialismo, sino también las crecientes tensiones entre La Libertad Avanza y el PRO, aliados incómodos en una coalición sin estructura formal.
En este contexto, el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, salió a intentar contener el impacto político del traspié parlamentario y, sobre todo, despegar al Gobierno de toda responsabilidad.
En declaraciones a Radio Mitre, Francos se mostró visiblemente molesto por las acusaciones que surgieron desde el PRO tras la votación, en especial por los dichos de la diputada Silvia Lospennato, quien cargó con dureza contra el oficialismo y expresó su repudio por lo que consideró una traición institucional. Francos, sin embargo, minimizó la crítica y llamó a la moderación: «Me parece que es bueno ponerle un poco de serenidad a las apreciaciones porque en definitiva el PRO y La Libertad Avanza tienen que encontrar algún consenso para enfrentar las próximas elecciones».
El proyecto de Ficha Limpia, que busca impedir que personas con condenas por corrupción sean candidatas, obtuvo 36 votos afirmativos contra 35 negativos, sin abstenciones, pero necesitaba dos tercios de los presentes para ser aprobado. La diferencia de un solo voto fue suficiente para alimentar especulaciones sobre acuerdos subterráneos y pases de factura entre bloques, lo que terminó generando una ola de acusaciones cruzadas.
Francos aseguró que el Gobierno no tuvo nada que ver con la caída del proyecto, y que incluso realizó gestiones previas para asegurar su aprobación. “Yo personalmente chequee con el presidente de bloque que estuvieran confirmados los 38 votos, incluidos los misioneros”, declaró. Pero luego deslizó una sospecha: “Si después los misioneros no votaron, no sé qué acuerdo habrán hecho con el kirchnerismo, pero no fue con nosotros”.
Más allá de los tecnicismos, lo que queda claro es que el oficialismo carece de control real sobre el Congreso y que sus alianzas son inestables y volátiles. El intento de Francos por correrse de la escena del fracaso —apelando a la “sorpresa” colectiva del recinto— no logra ocultar una debilidad estructural: sin mayoría parlamentaria, sin una coalición ordenada y con un presidente que frecuentemente ataca a sus eventuales socios, el Gobierno tiene cada vez menos margen para avanzar en temas sensibles.
Además, el pedido de Francos de «encontrar algún consenso con el PRO» suena más a una necesidad electoral que a una convicción estratégica. Las relaciones con el PRO están marcadas por la tensión desde el inicio del mandato de Milei, y la votación de Ficha Limpia parece haber sido el punto de quiebre que expone esa fractura.
En el fondo, lo que reflejan las declaraciones del jefe de Gabinete es el intento de Milei y su entorno de no pagar costos políticos por las derrotas parlamentarias, responsabilizando a otros bloques o a acuerdos ajenos, sin asumir que la construcción de mayorías legislativas es parte central de la gobernabilidad. El discurso de «nosotros no fuimos» ya no alcanza cuando el oficialismo intenta legislar sin tejer puentes sólidos ni ofrecer garantías de cohesión.