22 de mayo de 2025

Casi el 30% de los trabajadores argentinos son pobres: para muchos, el empleo ya no garantiza dignidad

¿Puede una economía que condena a sus trabajadores a la pobreza sostener un proyecto de desarrollo? ¿Qué modelo de país se construye cuando el trabajo deja de ser sinónimo de dignidad? La respuesta, por ahora, es un silencio que se siente en millones de hogares cada fin de mes.

Pese a tener trabajo, casi uno de cada tres trabajadores en Argentina vive por debajo de la línea de pobreza. La dramática cifra, revelada por la organización Fundar en base a datos oficiales del INDEC, muestra que el 28,6% de los ocupados no alcanza a cubrir el costo de una canasta básica. Esta tendencia confirma una realidad alarmante: el empleo en la Argentina ya no es sinónimo de bienestar económico.

El fenómeno de los «trabajadores pobres» se profundizó en los últimos años como consecuencia de la sostenida caída del salario real. Desde su último pico en 2017, los sueldos acumulan una pérdida del 30% en su poder de compra. Aunque parezca paradójico, tener trabajo ya no garantiza la posibilidad de escapar de la pobreza estructural que se afianza en amplios sectores del mercado laboral.

Empleo precario y salarios licuados

Los sectores más golpeados por esta degradación salarial son, previsiblemente, aquellos históricamente más vulnerables: el servicio doméstico, la construcción y el agro. En estas actividades, más de la mitad de los trabajadores están en situación de pobreza. A ellos se suman ramas como el comercio, la gastronomía y partes del sector industrial, donde la informalidad y la precarización laboral agravan aún más el panorama.

Pero el deterioro salarial también alcanza a sectores considerados “formales” o “productivos”. La industria manufacturera, por ejemplo, registra un preocupante 29,7% de pobreza entre sus trabajadores, pese a ubicarse entre los sectores con mejor remuneración promedio. Según Fundar, este fenómeno se explica por múltiples factores: la menor participación femenina en el ingreso familiar, la existencia de hogares numerosos, y el predominio de pequeñas empresas con bajo nivel de formalidad.

En contraste, sectores como la minería, los hidrocarburos y los servicios financieros muestran tasas de pobreza por debajo del 10%, lo que pone en evidencia una creciente desigualdad dentro del propio mercado laboral.

Una pobreza sostenida por asistencia estatal

El contexto general no ayuda. Según el INDEC, el 38,1% de la población argentina era pobre en el segundo semestre de 2024. Aunque esta cifra representa una mejora frente al 52,9% del primer semestre del año, el propio informe advierte que dicha reducción se debió principalmente al incremento de la asistencia estatal. Sin los programas de transferencia como la AUH o la Tarjeta Alimentar, la pobreza habría trepado al 39,8%, según cálculos del economista Martín Rozada.

Este dato revela la creciente dependencia de la población en la ayuda social, pero también el fracaso de la economía para ofrecer condiciones dignas a quienes trabajan. El empleo, lejos de representar movilidad social, se ha transformado en una rutina de subsistencia.

Estancamiento salarial y un horizonte incierto

Durante la segunda mitad de 2024, los salarios mostraron una leve mejora. Pero esa recuperación se estancó rápidamente en los primeros meses de 2025, mientras la inflación volvió a acelerarse y las negociaciones paritarias se cerraron por debajo del ritmo inflacionario.

El Gobierno, enfocado en el ajuste fiscal y la liberalización de la economía, no ha dado señales de revertir esta tendencia. En los hechos, el discurso oficial que celebra la “recuperación del empleo” omite una verdad incómoda: hoy en Argentina, trabajar no alcanza para dejar de ser pobre.

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