12 de julio de 2025

Milei llamó «traidora» a Villarruel y revela la fractura del poder dentro del gobierno

La feroz interna que hasta ahora se insinuaba entre líneas en La Libertad Avanza quedó completamente expuesta, confirmando que la crisis institucional ya no se limita al enfrentamiento entre el oficialismo y la oposición: ahora también se libra dentro del propio gobierno.

Ph: C5N

El presidente Javier Milei dinamitó públicamente su relación con la vicepresidenta Victoria Villarruel este jueves, al acusarla de «traidora» tras la aprobación en el Senado de un paquete de leyes sociales —entre ellas el aumento de las jubilaciones y la prórroga de la moratoria previsional— que el Ejecutivo pretendía bloquear.

En su discurso durante el acto por el 171° aniversario de la Bolsa de Comercio, Milei no solo mostró su descontento con el Congreso, sino que apuntó con nombre y apellido: “Hemos hecho 25 veces más reformas estructurales y lo hicimos con 15 por ciento de la Cámara de Diputados, siete senadores, una traidora… pero con el mejor jefe de Gabinete de la historia, Guillermo Francos”.

La frase no dejó dudas. Se refería a Villarruel, titular del Senado, quien, aunque se retiró del recinto al comenzar la sesión, no impidió su desarrollo ni bloqueó las decisiones de la oposición. Ese gesto —que desde el entorno libertario consideran pasivo o permisivo— fue suficiente para convertirla en blanco del presidente y de su círculo más cercano, incluida la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, quien había azuzado la ofensiva horas antes: “Levántese, Sra. Vicepresidente. No denigre la institución que preside. No sea cómplice del kirchnerismo destructor”.

La implosión de la alianza libertaria: del verticalismo mesiánico al fuego cruzado
Lo que hasta hace poco se presentaba como un gobierno monolítico con un liderazgo indiscutido empieza a resquebrajarse bajo el peso de su propia rigidez. El verticalismo personalista que Milei instaló como forma de conducción no solo choca con los límites institucionales, sino que ahora se enfrenta a resistencias dentro de su propio espacio. Villarruel —una figura que llegó al poder en fórmula con el presidente, pero con una agenda política y territorial propia— comienza a marcar diferencias tanto simbólicas como estratégicas.

La ruptura no comenzó hoy. Ya había señales previas: su aparición diferenciada durante los actos por el 9 de julio en Tucumán, su resistencia ante el protocolo represivo en el Congreso, su posicionamiento institucional frente a las leyes vetadas por el Ejecutivo. Pero el estallido llegó con las jubilaciones. La vicepresidenta no solo no bloqueó la sesión del Senado, sino que permitió que se debatieran y aprobaran medidas que alivian, aunque sea mínimamente, la situación social de los sectores más golpeados por el ajuste.

El veto como reflejo de aislamiento y autoritarismo
Milei anunció que vetará las medidas aprobadas por el Senado, tachándolas de «acto de desesperación» de la oposición. La lectura oficialista es que se trata de una jugada electoral: “Saben que en octubre la libertad arrasa”, dijo, en referencia a las elecciones legislativas. Pero más que confianza en un respaldo popular, la frase delata una creciente desconexión entre el Ejecutivo y el resto del sistema político, incluso con sectores del propio oficialismo.

El veto es una herramienta legal, pero en este contexto es también una muestra de aislamiento. Un presidente que no logra imponer su agenda en el Congreso, que pierde aliados internos, y que responde descalificando a sus propios compañeros de fórmula, comienza a revelar los límites de un liderazgo basado más en el conflicto que en la construcción.

¿Quién traiciona a quién?
Llamar “traidora” a la vicepresidenta por no bloquear una sesión del Senado no solo constituye una agresión política sin precedentes entre jefe de Estado y su segundo, sino que deja una pregunta inquietante sobre la concepción de poder que tiene el oficialismo: ¿es traición cumplir con la institucionalidad? ¿es lealtad defender sin fisuras el ajuste, aun cuando eso implique desconocer el sufrimiento social?

Villarruel, con su perfil conservador y tradicionalista, no está en las antípodas ideológicas del presidente. Pero tiene otra lectura del equilibrio de poder y del papel del Estado. Su gesto de estar presente en Tucumán, su voluntad de “hacerse parte del pueblo”, no fue una coincidencia ni una estrategia electoral: fue una señal política de autonomía.

En un país cada vez más golpeado por el deterioro económico y el desmantelamiento de las políticas sociales, la interna entre Milei y Villarruel no es solo una disputa de egos o de cargos. Es la evidencia de un oficialismo sin cohesión, sin rumbo compartido y sin capacidad de gestión en un sistema democrático que requiere mucho más que diatribas desde un atril.

Un quiebre que reconfigura el mapa político
El ataque frontal del presidente a su vicepresidenta es más que una anécdota: es el síntoma de un proyecto político que, incapaz de procesar las diferencias, recurre a la expulsión simbólica y al señalamiento personal. Una dinámica insostenible para un gobierno que tiene minoría en ambas cámaras, carece de estructura territorial, y enfrenta una creciente presión social.

La incógnita es cuánto más puede tensarse esta cuerda antes de que se rompa. Porque si el presidente considera traidor a todo aquel que no obedece ciegamente sus designios, incluso dentro de su propia fórmula, el verdadero problema no es la deslealtad ajena, sino el autoritarismo propio. Y ese sí es un peligro para la democracia.

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