Industricidio: se perdieron 25 mil empleos industriales, crisis que empuja al colapso productivo
Mientras el gobierno celebra indicadores macroeconómicos que favorecen a los mercados financieros, la industria nacional se desangra.

Según datos oficiales recopilados por el Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP), desde la asunción de Javier Milei se perdieron 25 mil puestos de trabajo industriales formales, con epicentro en sectores clave como textiles, calzado, metalmecánica y construcción.
La causa: un cóctel explosivo de ajuste fiscal, apertura indiscriminada de importaciones, y apreciación cambiaria que destruye competitividad y demanda interna.
Este fenómeno ya tiene nombre: «industricidio», y se impone como marca registrada del modelo libertario.
Una crisis profunda, silenciosa y en expansión
Las cifras son tan crudas como elocuentes: en solo el primer trimestre de 2025, la producción industrial cayó un 10% respecto al mismo período de 2023, según el INDEC. La utilización de la capacidad instalada se desplomó casi 9 puntos porcentuales, y la mitad de los rubros industriales registra caídas de dos dígitos, con picos alarmantes como en productos minerales no metálicos (-27,3%) y metalurgia básica (-23,6%).
Detrás de cada número hay historias de fábricas que bajan persianas y obreros que pierden su sustento. El cierre de Kimberly-Clark en el Parque Industrial de Pilar, con 220 despidos masivos por telegrama, es solo un caso más. Se suman Molinos Río de la Plata, Georgalos, Clariant en Zárate y decenas de pymes invisibilizadas que abandonan la producción nacional ante la avalancha importadora.
Modelo de apertura y precarización
La combinación de apertura comercial sin red de protección y un tipo de cambio artificialmente atrasado genera un fenómeno doble: las fábricas nacionales no pueden competir con productos importados más baratos, y las empresas prefieren importar antes que producir localmente. Solo en abril, las importaciones de vehículos de pasajeros aumentaron 204,5%, y las de bienes de consumo, 77,7%.
El informe del IPyPP advierte que no solo se está sustituyendo la producción nacional por importados terminados, sino también por insumos: el 18% de las pymes ya reemplazó insumos locales por productos extranjeros, mientras el 42% dice sentirse amenazada por esta dinámica. La tendencia no se detendrá. Según los propios industriales, en 2025 aumentará aún más la dependencia del exterior, en un país que alguna vez apostó por la industrialización.
Desindustrializar para estabilizar: ¿el nuevo pacto social?
La paradoja del “éxito” oficial es que la desaceleración de la inflación se sostiene sobre un esquema de atraso cambiario, tarifazos postergados y destrucción del mercado interno. La industria es la primera víctima, pero no será la última. Lo que está en curso es un plan de desindustrialización deliberado, disfrazado de estabilización. Un modelo de país proveedor de materias primas, ensamblador marginal y consumidor de bienes importados. Un déjà vu neoliberal con consecuencias ya conocidas: desempleo, desigualdad y exclusión social.
A esto se suma la parálisis del Estado como actor económico: se detuvo la obra pública, se congeló el crédito productivo y se redujo el rol de los organismos de promoción industrial. Frente a esta retirada, no hay políticas activas que amortigüen la crisis, y el discurso oficial naturaliza el colapso como «parte del reordenamiento necesario».
¿Y el empleo?
Mientras el Gobierno celebra “aumentos del empleo privado” con números agregados poco claros, los datos sectoriales revelan que la industria, que solía ser el corazón del empleo formal argentino, es hoy el epicentro de la destrucción laboral. Solo en textiles, cuero y calzado se perdieron 9.570 empleos, y en metalmecánica, otros 7.214. Esto sin contar los miles de puestos indirectos asociados a cada cierre.
En muchos casos, los trabajadores despedidos quedan sin alternativa productiva real: no hay nuevas industrias que los absorban, y el sector servicios también muestra signos de estancamiento. La informalidad, el cuentapropismo forzado y la migración al sector de plataformas y changas no son soluciones, sino síntomas de un mercado laboral colapsado.
La pregunta ya no es si este modelo genera crecimiento, sino a quién beneficia ese crecimiento. La respuesta está a la vista: mientras suben los márgenes del sector financiero y crecen las importaciones, la Argentina que produce pierde terreno, empleo y futuro. El llamado “industricidio” no es solo una metáfora: es una política. Y como toda política, es reversible. Pero solo si se reconoce que sin industria no hay desarrollo posible. Solo desocupación y dependencia.
