El consumo sigue hasta un 40% por debajo del 2017
El dato, informado por NielsenIQ, desnuda un deterioro estructural en el poder adquisitivo y la capacidad de consumo que ni siquiera las leves señales de mejora alcanzan a revertir.

El repunte en el consumo masivo durante el primer semestre de 2025, con un modesto 1,2% de crecimiento, no logra ocultar una realidad incómoda: el nivel de compras de los hogares argentinos continúa entre 35% y 40% por debajo de los registros de 2017.
La consultora atribuye el incremento a un primer trimestre atípicamente positivo, cuando el 85% de las categorías de productos crecieron, frente al 48% registrado en el Gran Buenos Aires. Rubros como alimentos no básicos, bebidas sin alcohol, cosmética y limpieza mostraron cierto dinamismo. Sin embargo, ese alivio es insuficiente: ocho años después, el consumo argentino permanece hundido en un piso histórico.
“Todavía hablamos de un consumo muy deprimido en términos históricos”, advierte el informe, que además pone en evidencia la precariedad del repunte. La suba estuvo fuertemente condicionada por promociones agresivas y descuentos en supermercados, donde las primeras marcas traccionaron las ventas. Los sectores con mayores ofertas crecieron un 7% interanual, mientras que el resto, sin incentivos, retrocedió 6%. Es decir, más que un cambio de tendencia, la mejora refleja una estrategia defensiva de las cadenas comerciales para sostener el volumen.
El panorama se agrava con el debilitamiento de los autoservicios, que arrastran más de 1.700 cierres desde 2019 y pierden terreno frente al mayorista —fortalecido en categorías de limpieza y cosmética— y el e-commerce, que consolida su liderazgo como el canal de mayor expansión.
El dato más inquietante es la comparación histórica: pese a los esfuerzos por mostrar una recuperación, el consumo de 2025 se parece más al de una economía en recesión crónica que al de un país en vías de crecimiento. La brecha con 2017, de hasta 40%, no solo refleja pérdida de ingresos reales, sino también un cambio de hábitos que revela la fragilidad estructural del mercado interno.
En este contexto, el aumento registrado en la primera mitad del año se percibe más como un espejismo que como una señal de despegue sostenido. El riesgo, señalan los analistas, es que sin una recomposición genuina del poder de compra, el consumo masivo siga condenado a moverse en un nivel históricamente bajo, con consecuencias directas en el empleo, la inversión y la confianza de los hogares.
