29 de septiembre de 2025

Trump exige “rendición incondicional” a Irán y escala la retórica bélica

Donald Trump volvió a colocar al mundo al borde del abismo diplomático. Con un mensaje incendiario publicado en su red Truth, el presidente de Estados Unidos exigió a Irán una “rendición incondicional”, poco después de que se anunciara que Washington tiene “control total sobre los cielos iraníes”.

El tono, más cercano a un ultimátum que a una estrategia de disuasión, marca un nuevo escalón en la escalada de tensiones en Medio Oriente y abre un debate profundo sobre el uso de la amenaza militar como herramienta de política exterior y electoral.

En medio de la confrontación entre Israel e Irán, Trump no solo reafirmó su apoyo incondicional al gobierno de Netanyahu sino que además pareció llevar al límite su retórica: afirmó conocer la ubicación del ayatollah Alí Khamenei —a quien denominó con ironía el “llamado líder supremo”— y advirtió que no será asesinado “por ahora”.

El tono de amenaza, directo y despersonalizado, pone en juego no solo la estabilidad de una región volátil, sino también las reglas mínimas del derecho internacional.

La declaración llega luego de un nuevo ataque masivo lanzado por Irán contra territorio israelí, que según el Ejército de ese país fue completamente interceptado. Pese a la capacidad de defensa mostrada por Israel, Trump intensificó su discurso con un claro objetivo: mostrar a Estados Unidos como un poder absoluto, capaz de “controlar el cielo iraní” y de decidir unilateralmente sobre la vida de sus líderes políticos. La narrativa del poder sin límites se impone sobre cualquier estrategia diplomática.

Desde su entorno, el vicepresidente JD Vance intentó justificar la escalada, señalando que el presidente “ha mostrado moderación”, aunque deslizó que podrían tomarse nuevas medidas militares para frenar el enriquecimiento de uranio por parte de Irán. La lógica es clara: Estados Unidos no busca un alto el fuego, sino “un fin real”, lo que se traduce en la renuncia total de Teherán a su programa nuclear, un reclamo que la administración Trump ya había impulsado durante su primer mandato al retirarse del acuerdo firmado en 2015.

Esta postura no solo tensa aún más la situación en Medio Oriente, sino que revela el uso creciente de la confrontación como táctica electoral. Trump, que busca su reelección en noviembre de 2025, apela al discurso de fuerza como forma de galvanizar a su base política, una estrategia conocida pero peligrosa, sobre todo cuando se juega en el escenario global.

En lugar de promover vías multilaterales para resolver uno de los conflictos más peligrosos del presente, el presidente estadounidense opta por una lógica de guerra preventiva. La “rendición incondicional” que exige recuerda las narrativas belicistas de épocas pasadas, con resultados devastadores para la región y para la estabilidad mundial.

Así, el caso de Irán se convierte en un laboratorio de ensayo para la diplomacia de la amenaza, donde las palabras tienen peso de misiles y los mensajes en redes sociales se traducen en maniobras militares. El mundo observa con preocupación mientras el juego de poder escala en una región que no resiste más fuego. La pregunta es si esta vez la política interna de Estados Unidos volverá a arrastrar al mundo a un nuevo ciclo de guerra sin retorno.

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