16 de julio de 2025

Río Tercero: más de 250 despidos en Petroquímica

La crisis laboral se agudiza en Río Tercero, Córdoba, una ciudad que se ha convertido en símbolo del colapso industrial argentino.

La planta de Petroquímica Río Tercero anunció una nueva tanda de 120 despidos, que se suma a los más de 130 trabajadores cesanteados en octubre de 2024, cuando cerró su línea de producción de TDI (tolueno diisocianato), un insumo clave para industrias como la automotriz y la farmacéutica. Con esta nueva oleada de despidos, la planta pasará de 375 a apenas 125 operarios: una reducción brutal del 66%.

“Esto ya no es un ajuste: es directamente un desmantelamiento”, denunció Hugo Felici, delegado gremial, quien alertó que detrás de los despidos no hay solo una crisis económica sino una decisión política de desindustrialización.

El golpe a Petroquímica se da en un contexto más amplio de colapso del empleo formal en el sector, que ya afecta a otras grandes firmas de la zona como Atanor y Fabricaciones Militares, donde también hubo recortes y renuncias masivas.

El éxodo de técnicos y el apagón industrial

La situación en Fabricaciones Militares es alarmante: ante el congelamiento salarial y la falta de inversión, muchos trabajadores técnicos altamente calificados decidieron renunciar. Con sueldos de apenas $700.000, muy por debajo del promedio del sector privado para perfiles similares, el Estado perdió personal estratégico que fue absorbido por empresas privadas o que directamente emigró. Se trata de una fuga de conocimiento que costará años recuperar.

Por su parte, Atanor —filial local del gigante estadounidense Albaugh y miembro de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina (Amcham)— también sufre las consecuencias de la apertura importadora y la caída del consumo interno. Su producción cayó en picada, y con ella, los puestos de trabajo.

Río Tercero, una ciudad históricamente marcada por la industria pesada y las fábricas químicas, está siendo arrasada por la recesión y la falta de política industrial. Y el caso petroquímico es solo la cara visible de un modelo que parece decidido a reemplazar producción nacional por importaciones, conocimiento técnico por informalidad y trabajo industrial por precariedad.

Un voto que ahora pesa como una cruz

El dato político no pasa desapercibido: en las elecciones presidenciales de 2023, el presidente Javier Milei obtuvo un abrumador 74,52% de los votos en Río Tercero. El respaldo fue contundente, pero las consecuencias del “plan motosierra” se sienten con igual intensidad. La ciudad que eligió mayoritariamente al actual gobierno se convirtió hoy en uno de los epicentros del desempleo industrial.

La paradoja es brutal: quienes confiaron en un discurso de «libertad» ven cómo se desintegra el tejido productivo que daba sustento a miles de familias. La falta de protección ante el avance de importaciones, la desregulación abrupta de la economía y la desinversión estatal no generaron prosperidad, sino una devastación social sin precedentes.

Un país que deja de hacer

La caída de Petroquímica Río Tercero es un síntoma de una enfermedad más profunda: la renuncia del Estado a planificar y defender la producción nacional. En lugar de intervenir para sostener sectores estratégicos, se opta por la lógica de la liquidación. Sin TDI, se debilita la cadena de valor de industrias clave. Sin técnicos en FM, se pierde capacidad científica. Y sin empleo industrial, se disuelve la posibilidad de una Argentina productiva.

En vez de un país que hace, se impone uno que desarma. Y en Río Tercero, donde el voto libertario fue masivo, las promesas de libertad se están convirtiendo en una amarga desilusión.

Las cifras no mienten: más de 250 familias sin trabajo, un sector estratégico en retirada, y un modelo que ya muestra sus límites con crudeza. El ajuste no es gratuito. Alcanza con caminar por los portones cerrados de las fábricas para entenderlo.

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