13 de noviembre de 2025

¿Qué pasará con los 17.000 empleados que quedan sin trabajo por el cierre de Carrefour en Argentina?

La decisión de Carrefour de abandonar Argentina tras 43 años de operación marca un nuevo hito en la ola de desinversión extranjera que atraviesa el país. Aunque se presentó como una «definición estratégica global», el impacto local es inmediato y profundo: 17.000 puestos de trabajo directos quedan en la incertidumbre, en un contexto donde el empleo formal ya muestra signos de contracción y el consumo interno cae en picada.

La salida de la cadena francesa no es un caso aislado. HSBC, Telecom y Mercedes Benz ya habían iniciado el repliegue de capitales internacionales, configurando un escenario que contradice el relato oficial de un país «abierto al mundo» y atractivo para los inversores. Por el contrario, la inversión extranjera directa está en rojo: en los primeros cinco meses de 2025, según datos del Banco Central, se registró una salida neta de casi USD 1.700 millones, marcando un piso histórico.

¿Por qué se va Carrefour si no pierde dinero?

El caso de Carrefour desmonta otro mito: el de que las empresas se van solo cuando «les va mal». Según estimaciones del periodista especializado Alfredo Saiz, la firma facturaba anualmente USD 6.000 millones en el país, lo que representaba nada menos que el 20% de su facturación global. Difícilmente una empresa con semejante volumen de ventas abandone un mercado por razones meramente coyunturales.

Lo que sí resulta clave para entender la decisión es el giro estratégico de la compañía, que busca concentrarse en sus mercados centrales: Francia, España y Brasil. Argentina, con su inestabilidad macroeconómica crónica, ausencia de reglas claras y fragilidad institucional, aparece como una pieza prescindible. Carrefour ya había salido de Jordania y Omán el año pasado, y medios europeos mencionaban a Italia, Bélgica y Rumania como otras salidas probables. Ahora se suma Argentina, una señal alarmante que el gobierno no puede minimizar.

Un golpe político y social

El anuncio ocurre en un contexto crítico para el empleo formal. El cierre o venta de 700 sucursales no es solo un asunto de balances contables: afecta directamente a miles de familias que dependen del salario mensual que Carrefour ofrecía. En un país donde el desempleo juvenil roza los dos dígitos y el trabajo informal se expande, la salida de un gran empleador como Carrefour implica un daño estructural que difícilmente pueda absorberse sin políticas activas.

El Gobierno de Javier Milei, que prometió atraer inversiones y convertir a Argentina en un paraíso para los negocios, sufre una herida profunda con este retiro. No solo por el daño económico y social inmediato, sino porque la narrativa del «shock liberalizador» como motor de crecimiento queda en entredicho. Si los capitales extranjeros siguen yéndose, ¿qué modelo económico se está consolidando realmente?

¿Quiénes se quedan con Carrefour?

A diferencia de otras épocas en las que los activos estratégicos eran absorbidos por otras multinacionales, en esta ocasión los únicos interesados en adquirir las operaciones de Carrefour son empresarios locales: desde Francisco De Narváez (Chango Más) hasta Rubén Cherñajovsky (Newsan) y Marcos Galperín (Mercado Libre). También suena el nombre de la familia Braun, dueña de La Anónima y con conexiones directas con el poder político.

Este traspaso, sin embargo, no se da en condiciones de mercado neutras. El dólar oficial barato y controlado permite que estos actores acumulen divisas a precios subsidiados y compren activos de multinacionales en retirada. En otras palabras, el retiro de empresas extranjeras no solo implica desinversión, sino también una transferencia estratégica de poder económico a grupos locales con capacidad de aprovechar las distorsiones del tipo de cambio.

Un modelo que vacía y no reemplaza

La salida de Carrefour es mucho más que un problema de supermercado: es un síntoma del agotamiento de un modelo que no logra ofrecer estabilidad ni previsibilidad. Ni siquiera un gobierno con discurso promercado logra detener la sangría de empresas que se repliegan, buscando refugio en economías más previsibles.

El riesgo no es solo la pérdida de empleos ni la caída del consumo: el verdadero problema es que el Estado argentino parece haber perdido la capacidad de garantizar condiciones mínimas para que los grandes jugadores globales sigan apostando al país. Si el único atractivo para invertir es la posibilidad de comprar barato en una economía colapsada, el resultado será un país más chico, más concentrado y más vulnerable.

El caso Carrefour no es una anécdota: es un parte de diagnóstico. Y lo que muestra el escáner es que la desinversión dejó de ser una tendencia para convertirse en política de hecho. Y que, frente a eso, el silencio o la ideología no alcanzan.

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