12 de julio de 2025

Lula marca diferencias con Milei y reivindica al Mercosur como escudo ante un mundo inestable

En un discurso cargado de definiciones políticas, Luiz Inácio Lula da Silva asumió este jueves la presidencia pro tempore del Mercosur con un mensaje que contrastó con la visión liberal y rupturista de Javier Milei.

Durante la 66° Cumbre del bloque regional, celebrada en Buenos Aires, Lula no solo defendió con firmeza el rol integrador del Mercosur, sino que también lo presentó como una herramienta de protección estratégica frente a un escenario internacional cada vez más convulsionado.

“Estar en el Mercosur nos protege”, sostuvo el mandatario brasileño, remarcando que el arancel externo común y la institucionalidad construida en más de tres décadas actúan como un dique frente a guerras comerciales y otras amenazas globales. Para Lula, lejos de ser un lastre burocrático —tal como lo describió Milei en su intervención previa—, el Mercosur constituye un refugio seguro en tiempos de incertidumbre y un sello de confiabilidad ante el mundo.

El contraste con la posición argentina fue notorio. Mientras Milei celebró la apertura comercial y cuestionó la “estructura elefantiásica” del bloque, Lula apostó a profundizar la integración, fortalecer el comercio intrarregional e incluso expandirse hacia mercados lejanos como Asia, sin descuidar acuerdos con Canadá, Emiratos Árabes, Panamá, República Dominicana, Colombia y Ecuador.

Su discurso también se cargó de contenido social y ambiental, dos temas que suelen incomodar a la agenda mileísta. Lula advirtió sobre las consecuencias del cambio climático y desarmó la narrativa negacionista al destacar las sequías, pérdidas humanas y agrícolas que ya sufre el Cono Sur. En este punto, Brasil se comprometió a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero hasta un 67% para 2035, y propuso una “taxonomía sostenible” que permita atraer inversiones para una transición justa.

Además, subrayó la necesidad de apoyar a las pequeñas y medianas empresas, reactivar el foro empresarial del bloque, y modernizar un sistema de pagos en monedas locales, para sortear riesgos cambiarios y costos excesivos. En definitiva, Lula delineó un Mercosur activo, con vocación redistributiva, abierto al mundo pero anclado en la cooperación regional y en el desarrollo inclusivo.

Su visión resuena como un contrapeso a la línea dura de Milei, que desconfía de la institucionalidad regional y prioriza acuerdos bilaterales desregulados. Allí se dibuja la grieta ideológica que atravesará al Mercosur durante los próximos meses: por un lado, la apuesta de Lula por un bloque con reglas, protección social y mirada ambiental; por el otro, la pulsión de Milei por la apertura sin cortapisas y la menor intervención estatal posible.

La presidencia de Brasil promete ser, entonces, mucho más que un simple recambio burocrático: se perfila como un intento de reposicionar al Mercosur frente a las tensiones políticas que genera el ascenso de liderazgos ultraliberales en la región. En el telón de fondo, la pregunta de siempre: ¿cómo equilibrar libertad y solidaridad en un mundo cada vez más hostil?

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