Una mirada subjetiva de la sexualidad en tiempos de pospandemia (Parte II)
“Se puede avizorar una lista de áreas que sufrirán modificaciones en lo inmediato”, afirma el profesor Andrés Martínez, quien hace referencia a las particularidades que trae aparejada la Pandemia de Covid-19 en el comportamiento humano y toma impulso para abordar el tema de la sexualidad desde una mirada subjetiva al decir: “quisiera ensayar dos postulados que serán parte de la sexualidad humana pos pandemia”. En esta segunda entrega, el texto girará en torno al primero de los dos postulados que asegura tener como una plataforma de despegue para lo que vendrá, principalmente a raíz de los cambios que experimentará la sociedad una vez que pase la locura del coronavirus.

A casi cuatro meses del decreto de aislamiento social preventivo y obligatorio, es sumamente importante trazar una visión de cómo será la sexualidad pos pandemia. Precisamente, este sería el primero de dos postulados posibles, en torno a las futuras formas de concebir la sexualidad humana a partir de los cambios en todos los escenarios socioculturales, políticos y económicos.
Hacia una sexualidad en blanco
La sexualidad pos pandemia, se puede resumir en las palabras de una joven rockera punk, quien expreso estas palabras en una canción:
“pertenezco a la generación en blanco, no tengo creencias. No pertenezco a ninguna comunidad, tradición o nada por el estilo. Estoy perdida en este inmenso, inmenso mundo, no pertenezco a ninguna parte, No tengo identidad alguna«. [1]
La letra marca un sentido de pertenencia demasiado liberal y sin un asentamiento firme en su identidad. Es que la generación pos pandemia tendrá muchas manifestaciones en el área sexual nunca antes experimentadas debido a los cambios genéricos y biológicos que dejará el aislamiento y, sumado a ello, la escasa sociabilización entre los sexos en lo cotidiano de la vida.
La reconfiguración de la sexualidad está ocurriendo en el encierro obligatorio, los adolescentes suman opciones de navegar en las redes digitales explorando una sexualidad virtual de alto riesgo: aumento abrupto del estado hormonal, imaginación erótica significativa y vínculos amatorios sustentados en un placer desmedido y por demás desbarrancados.
Tales conductas, ubican a la sexualidad en una dimensión relativista del ser varón y ser mujer, puesto que la coyuntura del amor eros es reemplazada por una conducta deshumanizante en cuanto a la forma de sentir, ver y compartir con el sexo opuesto.
Ejemplificar esto, sólo debemos echar un vistazo a las noticias del día y nos encuadraremos en hechos continuos de aberración e inmoralidad que ocurren en el seno del hogar como es el caso de una niña de siete años que fue brutalmente abusada por su padre biológico y su hermano, el 25 de abril en Temperley, Buenos Aires.

Este y otros casos más, se suman a las cifras de abusos sexuales ocurridos entre el mes de marzo y abril en todo el país: de cada 10 niñas, 8 son abusadas sexualmente por sus padres en pleno confinamiento por la pandemia.
Los hechos que hice mención, pronostican que la sexualidad de la generación presente tendrá una característica singular basada en una mentalidad en blanco, en donde el 90% de los adolescentes no sabrán distinguir ni aceptar una sexualidad sostenida en los pilares del amor, el respeto, el tiempo, el pudor y la planificación.
Será, como consecuencia de ello, una generación dispuesta a correr toda clase de riego de perversión y manipulación de una industria musical, literaria y cinematográfica que vino a vaciar toda verdad absoluta y todo valor que hace distintivo e íntegro al hombre y a la mujer. De modo que podemos decir, como lo advirtió un escritor eclesial: “Les prometen libertad, cuando ellos mismos son esclavos de la corrupción”.
No sucumbamos en el error y proselitismo secular que de una u otra forma intenta instalar una visión corrupta e inmoral de la sexualidad, pues la sexualidad es un arte diseñado por las manos más puras y nobles que el hombre común y torpe, jamás habrá de valorar y gozar.
[1] La realidad no es lo que solía ser: política teatral. San francisco 1990. P 51.
