13 de noviembre de 2025

Ser, parecer o aspirar: la autopercepción de clase media se impone al deterioro económico

Un estudio del laboratorio Pensar Lab, dependiente de la Fundación Pensar, reveló un fenómeno que denomina “síndrome de la clase media”: millones de argentinos se perciben dentro de ese estrato social, aunque sus ingresos los ubiquen por debajo de los parámetros económicos que lo definen.

Según el informe, 29 millones de personas se consideran parte de la clase media, pero solo 20 millones cumplen con los niveles de ingreso correspondientes. En otras palabras, 9 millones de argentinos viven con ingresos de sectores bajos, aunque se autoperciban dentro del segmento medio.

El estudio clasifica las clases sociales en función de los ingresos mensuales: quienes ganan entre 2 y 3,5 millones de pesos son considerados clase media baja, mientras que los hogares con ingresos inferiores a 2 millones pertenecen a los segmentos bajos.

Aun así, el 35% de quienes están en esa franja baja creen ser de clase media, del mismo modo que el 80% de los hogares de clase alta también se autodefinen así, lo que muestra que la categoría “clase media” se ha transformado más en una identidad cultural que en un indicador económico.

El trabajo, realizado junto con la consultora Casa Tres, subraya que la autopercepción está vinculada a una serie de hábitos y aspiraciones más que a la capacidad de consumo real. Para la mayoría de los encuestados, ser clase media significa tener vivienda propia, estabilidad laboral y capacidad de ahorro, aunque en la práctica esos rasgos se han vuelto excepcionales en la economía argentina.

El informe incluso propone una “canasta de clase media” que incluye cobertura médica, educación privada para los hijos y propiedad de la vivienda, elementos hoy fuera del alcance de gran parte de los hogares.

Desde un enfoque histórico, el estudio muestra que la clase media mantiene una notable capacidad de resiliencia. En los últimos diez años, su participación sobre el total de la población osciló entre un piso del 38% en 2020 y un techo del 44% en 2018. Sin embargo, esa aparente estabilidad encubre una degradación silenciosa: la clase media persiste más como una narrativa colectiva que como una realidad material.

El fenómeno pone en evidencia una tensión estructural del país: mientras el deterioro del poder adquisitivo empuja a millones hacia la vulnerabilidad, la cultura argentina continúa aferrada a la idea de una sociedad mayoritariamente “de clase media”.

Ese contraste entre la percepción y la realidad refleja no solo la pérdida de bienestar, sino también la dificultad para aceptar la magnitud de la desigualdad en la Argentina contemporánea.

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