2 de octubre de 2025

Retirada silenciosa: 16 multinacionales ya abandonaron la Argentina y otras preparan su salida

Las señales que emita el Ejecutivo en los próximos meses serán decisivas. Pero el saldo actual ya marca una tendencia difícil de revertir: mientras la Argentina se sigue discutiendo a sí misma, el capital transnacional hace lo que mejor sabe hacer en tiempos de incertidumbre —huir hacia mercados más seguros—, dejando atrás un vacío que no solo implica pérdida de inversión, sino también de empleo, tecnología y confianza en el futuro del país.

Ph: Archivo

La economía argentina atraviesa un proceso de desinversión de magnitud creciente: en los 21 meses de gestión de Javier Milei ya son 16 las multinacionales que decidieron abandonar el país, y la lista no se detiene.

Se trata de un fenómeno que va más allá de una mera sucesión de transacciones: desnuda la pérdida de atractivo estructural del mercado argentino en un contexto de consumo desplomado, incertidumbre regulatoria y un régimen cambiario que impide repatriar utilidades.

La salida del grupo brasileño Dasa, que vendió Diagnóstico Maipú a Swiss Medical por US$ 110 millones, es solo el último capítulo de un éxodo corporativo que incluye gigantes como ExxonMobil, HSBC, P&G, Clorox, Mercedes Benz y Telefónica.

A la vez, se multiplican los cierres de plantas industriales como el de Magnera en Pilar, que dejó 60 familias sin empleo. El denominador común es claro: las casas matrices priorizan destinos más rentables y previsibles, relegando a la Argentina a la categoría de mercado de alto riesgo.

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El escenario se vuelve más crítico al observar las operaciones en curso. Raízen, dueña de Shell en el país, busca desprenderse de sus 700 estaciones de servicio y de la refinería Dock Sud por US$ 1.500 millones.

Carrefour evalúa ceder el control de su red local, mientras Paramount y los brasileños de InterCement (Loma Negra) analizan seriamente su salida. Incluso quienes no se retiran completamente, como Alsea (Burger King y Starbucks) o TotalEnergies, optan por una desinversión parcial que reduce su exposición al riesgo argentino.

Lo más preocupante es que, en la mayoría de los casos, los compradores no son nuevas multinacionales que apuesten al país, sino grupos locales que aprovechan precios de liquidación. Esto revela un doble diagnóstico: afuera, las compañías globales perciben a la Argentina como un destino inviable; adentro, algunos empresarios nacionales buscan oportunidades en medio del retroceso.

La fuga de capital extranjero es, en este sentido, un síntoma de un problema más profundo: el deterioro estructural de las condiciones de inversión.

Aun cuando muchas de estas decisiones comenzaron a gestarse antes del actual gobierno, la aceleración del fenómeno durante la administración Milei expone la contradicción entre el discurso oficial de apertura económica y la realidad de un mercado en el que la falta de dólares, la contracción del consumo y la volatilidad macroeconómica neutralizan cualquier promesa de estabilidad.

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