2 de octubre de 2025

Multinacional Magnera cierra planta en Pilar y despide a 140 trabajadores

Una nueva ola de despidos golpea al Parque Industrial de Pilar: la multinacional Magnera cerró de manera abrupta su planta, dejó en la calle a 140 operarios y trasladará su producción a México.

El ajuste forma parte de un plan corporativo global, pero vuelve a desnudar la fragilidad del empleo industrial en la Argentina.

En una decisión tan sorpresiva como contundente, la empresa multinacional Magnera, especializada en la producción de materiales no tejidos y films para productos de higiene, cerró definitivamente su planta en el Parque Industrial de Pilar y despidió a los 140 trabajadores que allí se desempeñaban.

La medida fue comunicada a primera hora de la mañana del lunes, mientras los operarios se encontraban en plena jornada laboral, lo que generó desconcierto e indignación entre los empleados.

La empresa —resultado de la fusión de Berry Global y Glatfelter— justificó el cierre dentro del marco del “Proyecto CORE”, un plan estratégico global que busca centralizar y “hacer más eficiente” su producción. Bajo esta lógica, las máquinas y recursos que funcionaban en Pilar serán trasladados a México, país que cuenta con costos laborales más bajos y mayor previsibilidad macroeconómica para el capital extranjero.

Curt Begle, CEO de Magnera, declaró que la medida “refleja el compromiso de construir una organización más eficiente y sostenible”, pero evitó referirse a los 140 trabajadores que pierden su sustento, muchos de ellos con más de dos décadas de antigüedad en la planta.

El caso de Magnera no es aislado. En los últimos meses, el Parque Industrial de Pilar ha sido epicentro de una sucesión de cierres y despidos que ya se cuentan por centenas. Kimberly Clark, otra de las grandes proveedoras del rubro, también clausuró su operación local recientemente, dejando a 230 operarios sin trabajo. Esta sucesión de salidas empresariales no sólo marca una tendencia preocupante, sino que pone en jaque a las economías regionales y a la estabilidad laboral en sectores que históricamente ofrecían empleos formales y duraderos.

Aunque la empresa aseguró que pagará el 100% de las indemnizaciones, y hay versiones de que podría ofrecer un plus económico, la realidad es que las familias de Derqui, Tortuguitas, Pilar y Escobar —de donde provenían la mayoría de los operarios— enfrentarán una difícil reinserción laboral en un mercado cada vez más precarizado y competitivo.

La política de deslocalización de Magnera se da en un contexto económico nacional desafiante, pero también evidencia una lógica empresarial que prioriza la rentabilidad financiera por sobre el compromiso social con los territorios donde operan. Lo que se presenta como una “reestructuración global” tiene un rostro local: el del trabajador despedido, el del vecino sin ingresos, el del pueblo que ve desmoronarse su tejido productivo.

En definitiva, el cierre de Magnera no es sólo una noticia empresarial: es un nuevo capítulo en el debilitamiento del empleo industrial argentino, frente a un modelo económico que parece perder de vista el valor del trabajo como motor de desarrollo.

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