Milei atribuye la «fuerte caída de la actividad económica» a la oposición
En ese escenario, culpar al adversario político puede servir como recurso discursivo, pero difícilmente alcance para revertir la desaceleración que ya golpea a la economía real.

El presidente Javier Milei reconoció que la actividad económica atraviesa una fuerte desaceleración y vinculó este escenario con la caída del 8,2% en el Índice de Confianza en el Gobierno (ICG) durante septiembre, según el relevamiento de la Universidad Di Tella.
El indicador se ubicó en 1,94 puntos, lo que representa un retroceso interanual del 10%, reflejando el deterioro en la percepción social sobre la gestión oficial.
En declaraciones televisivas, Milei admitió que la economía “se venía expandiendo muy fuertemente durante la primera parte del año”, con inflación en descenso y una supuesta mejora en seguridad, pero aseguró que el freno actual es consecuencia de lo que definió como la “vocación destructiva del kirchnerismo”. “Vos podés jugar con las blancas, pero las negras también juegan”, argumentó, en alusión a la oposición.
El diagnóstico presidencial abre un interrogante: ¿es sostenible atribuir la parálisis económica exclusivamente a factores políticos externos? El propio Gobierno reconoce una merma en la actividad, pero elude asumir los costos de un programa de ajuste que ya impacta en el consumo, la producción y el empleo. La narrativa oficial insiste en que “el riesgo país aumenta y la tasa de interés se dispara” por la acción opositora, sin contemplar que las decisiones económicas del Ejecutivo también influyen en la confianza de los mercados y la ciudadanía.
La lectura de Milei pone en evidencia un dilema político y económico: mientras el Gobierno busca explicar el retroceso de la actividad como un sabotaje, crece la percepción de que la estrategia de ajuste y la falta de un plan de crecimiento de largo plazo son factores determinantes en la pérdida de confianza.