Memoria, a 26 años del estremecedor crimen de un hombre común
Una voz resuena sublime y le da sentido al 25 de enero desde 1997 hasta hoy. Es una voz multiplicada por miles y que lleva un único mensaje: “No se olviden de Cabezas”. A 26 años del asesinato del reportero gráfico, esa voz sigue reclamando Justicia y nos confronta como sociedad. Un crimen estremecedor que saltó de las pantallas a la realidad de la gente y develó la vulnerabilidad e improtección en la que vivimos.

Incontables veces hemos visto o recordado aquel copete en las notas periodísticas que, con palabras más, o palabras menos, dice: “El 25 de enero de 1997 encontraron el cuerpo de un hombre asesinado de dos disparos, en el interior de un Ford Fiesta que fuera incinerado en una cava de General Madariaga, a unos 15 kilómetros de Pinamar. El nombre de la víctima era José Luis Cabezas, reportero gráfico de la Revista Noticias”.
Desde esa introducción, nada fue ni será igual en el tiempo para quienes trabajan en los Medios de Prensa. Habían asesinado a un hombre común, a un profesional de la fotografía, a quien sólo cumplió con lo que le pidieron que hiciera con la mayor dedicación, su trabajo. La culpa o el pecado de este hombre común fue una foto.
El 25 de enero se conmemora en nuestro país el Día Nacional del Reportero Gráfico, en homenaje a José Luis Cabezas. Una recordación promulgada mediante Ley N°24.876 del 13 de octubre de 1997 y que lleva como bandera la inolvidable frase: “No se olviden de Cabezas”, lema que acunaron los Reporteros Gráficos y que cobra vigencia en cada aniversario.
Además, aquella frase se mantiene latente en las retinas de los hombres y mujeres de prensa que necesariamente le recuerdan a diario a la sociedad, la urgencia de realizar ese ejercicio de recordación, no sólo de la figura de un fotógrafo asesinado, sino de los oscuros intereses que rodearon el crimen.

A 26 años del hecho que cambió para siempre la forma de hacer periodismo en nuestro país y que moldeara de alguna manera la concepción de ese poder que se esconde detrás del poder, la sociedad no debe olvidar que los asesinos están libres gracias a los artilugios jurídicos con los cuales fueron beneficiados, pese a haber recibido condenas, en algunos casos, perpetuas.
El crimen de José Luis Cabezas nos enrostra como sociedad la única razón por la cual los pueblos no repiten los errores del pasado, la memoria. Esa memoria que se construye en torno a la sola necesidad de querernos y sabernos protegido y a salvo.
Traer a la memoria de todos, aquel suceso que dejó de ser un hecho policial para convertirse en un hecho social, es tarea de cada ciudadano en su conjunto. Desde los más altos estamentos del Estado y hasta las más profundas nociones individuales.

Todos debemos levantar en alto la bandera de recordarnos a nosotros mismos que el crimen de Cabezas es el resultado de la injusticia, que sin Justicia no hay Democracia y sin Democracia quedamos a merced de los espurios poderes que emergen de las cloacas putrefactas del poder real.
Ese poder, ejercido por seres miserables a quienes no les importa un hombre común, ni mucho menos una familia que lo llora, a tal punto que es capaz de mandar a matar por una foto.
Por eso, hoy más que nunca, ¡Cabezas, Presente!