Guillermo Francos salió este lunes a justificar la abrupta renuncia de José Luis Espert
La justificación de Francos no despeja dudas sino que confirma la vulnerabilidad política de Milei frente a los escándalos que amenazan con corroer la narrativa de “pureza” y “renovación” que intenta sostener.

Guillermo Francos salió este lunes a justificar la abrupta renuncia de José Luis Espert como candidato a diputado por La Libertad Avanza en la provincia de Buenos Aires, luego de que estallara la polémica por supuestos vínculos con el narcotráfico.
“Del sábado al domingo se ve que reflexionó”, dijo el jefe de Gabinete en Radio Mitre, en un intento de reducir el impacto de un episodio que, según él mismo reconoció, “se había convertido en el centro de la campaña” y representaba “un daño enorme” para el oficialismo.
Las declaraciones de Francos ponen de relieve una tensión interna: mientras aseguró que Javier Milei mantuvo a Espert en su lista “convencido de su inocencia” y denunciando una maniobra del kirchnerismo para ensuciar la campaña, terminó admitiendo que la salida fue inevitable para evitar mayores costos políticos. En otras palabras, la “reflexión” atribuida a Espert parece menos un acto de responsabilidad individual que una jugada forzada por la presión mediática y la necesidad de proteger la estrategia electoral de La Libertad Avanza.
Francos buscó encuadrar el episodio como un “error de comunicación” del propio Espert, al que calificó de vehemente e incapaz de explicar con claridad su situación. Sin embargo, al señalar que “no puedo creer que él haya estado vinculado al punto en que se lo pretende vincular, pero dejó esa sensación en la opinión pública”, reconoció implícitamente que el daño ya estaba hecho: la sombra de sospecha alcanzó no solo al legislador sino al oficialismo, que ahora enfrenta el dilema de sostener a un dirigente cuestionado en la presidencia de la estratégica Comisión de Presupuesto y Hacienda.
El discurso del jefe de Gabinete intenta instalar la idea de que todo responde a una operación electoral impulsada por Juan Grabois y el kirchnerismo. Pero, al mismo tiempo, revela la fragilidad del armado libertario, que en pocos días pasó de respaldar sin fisuras a Espert a aceptar su renuncia como la única salida viable. La contradicción es evidente: si se trataba únicamente de una denuncia oportunista sin sustento judicial, ¿por qué el propio oficialismo admite que era insostenible mantenerlo como candidato?
La renuncia de Espert, presentada como un gesto de madurez personal, deja tras de sí una campaña marcada por improvisaciones y un gobierno que, pese a su retórica de firmeza, se ve obligado a retroceder cuando el costo de sostener a los propios supera los beneficios.