El General Paz frente a su propia invasión: vecinos ven en El Eternauta un espejo de su lucha diaria
Este sábado, en el Salón Comunitario “Los Caminantes” del barrio General Paz, se vivió una jornada cultural y profundamente reflexiva con la proyección de la serie El Eternauta, basada en la histórica historieta de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López.

Lejos de ser un mero evento de entretenimiento, la actividad se convirtió en un potente espacio de análisis social, donde vecinos y referentes locales articularon el relato de ciencia ficción con las problemáticas reales y urgentes del barrio.
Organizado por la agrupación Unidad y Federalismo, con la participación de oradores como el profesor Carlos Díaz, el escribano Gustavo Darchuk y el doctor Hugo Feraud, el encuentro sumó también la voz de jóvenes de la Juventud Universitaria Peronista (JUP), quienes ofrecieron una introducción crítica y contextualizada de la obra. Pero fue la intervención espontánea de los propios vecinos lo que dio al evento un sentido político y social inesperado.
Durante la jornada se compartieron pochoclos y mates. Para el cierre, hubo gaseosas y choripanes. Mientras todo esto ocurría, el artista plástico, Juan López pintó en una de las paredes del frente del salón la imagen emblemática de Juan Salvo, el protagonista de la historia.

Las intervenciones hablaron también del alejamiento de los jóvenes respecto a la educación universitaria, percibida por muchos como un lujo inalcanzable. “Para nuestros chicos, la facultad no es una opción real. Eligen entre sobrevivir o desaparecer”, expresó una mujer del barrio, mientras otros vecinos asentían, visiblemente conmovidos.
Esta lectura no es casual ni forzada. El Eternauta, concebido como una alegoría de la resistencia colectiva frente a una invasión invisible, encuentra en cada época nuevas formas de ser interpretado. Y en este caso, en uno de los barrios populares donde la marginalidad se siente como una invasión diaria, la historieta adquiere un nuevo carácter de denuncia.
“Pensar el presente desde nuestras raíces”, fue la consigna de los organizadores. Y vaya si se cumplió. La obra de Oesterheld —autor desaparecido por la dictadura por su compromiso político— fue el hilo conductor para que un grupo de ciudadanos pudiera poner en palabras el dolor silenciado de su territorio. “No es solo cultura, es memoria, es política, es supervivencia”, reflexionó el profesor Díaz al cierre de la jornada.

Así, lo que empezó como una actividad cultural abierta, terminó siendo una intervención comunitaria que resignificó una obra clásica del siglo XX para comprender los dramas sociales del siglo XXI. El evento fue un testimonio vivo de cómo la cultura popular, cuando es bien canalizada, puede convertirse en una herramienta de concientización, diálogo y construcción colectiva.
En tiempos donde la cultura muchas veces es desplazada por las urgencias del día a día, El Eternauta volvió a marcar el camino: la verdadera lucha no es individual, sino colectiva. Y en General Paz, esa lucha empieza por nombrar lo que duele.