Crisis sin fondo en Mendoza: hotelería y gastronomía en colapso laboral
La crisis de la hotelería y la gastronomía mendocina no es solo un fenómeno económico. Es el síntoma de un modelo que, bajo el argumento de la austeridad, deja a la intemperie a miles de trabajadores y pymes. Y, a la vez, interroga al electorado: ¿Cuánto tiempo más podrá sostenerse un proyecto de gobierno que ofrece como única salida la resignación?

En Mendoza, la postal turística de montañas, vino y promesas de desarrollo se desdibuja bajo los efectos de una recesión que castiga con fuerza inédita al empleo en hotelería y gastronomía. A diferencia de otras crisis estacionales, esta combina una caída sostenida del consumo, precarización laboral y el abandono de políticas públicas activas.
El resultado: un sector que sobrevive en estado de emergencia, sin horizonte claro, mientras el gobierno nacional —que en la provincia cosechó un respaldo electoral contundente— se limita al ajuste fiscal como única respuesta.
Los datos son alarmantes. Según la Federación Económica de Mendoza, alrededor del 60% de los trabajadores del sector está “discontinuado”: sin despido formal ni ingresos. Es una categoría nueva en la precarización, donde la informalidad no se oculta, sino que se vuelve estructural. La expresión es del empresario turístico Diego Stortini, quien sin eufemismos describió el panorama como un “limbo laboral”.
El contexto económico no ofrece alivios: el turismo interno ha sufrido un golpe letal, consecuencia directa del achicamiento del poder adquisitivo y la falta de estímulos desde el Estado. Los turistas argentinos ya no eligen Mendoza; comparada con otros destinos de la región como Chile o Brasil, ha perdido competitividad, tanto por costos como por la incertidumbre general. Y mientras la recaudación fiscal cae, la presión tributaria se mantiene intacta, en una paradoja que termina asfixiando al sector privado más vulnerable.
La situación es crítica también en términos sociales. El gremio UTHGRA alerta por una rotación permanente de personal y por despidos que, si bien no siempre figuran en los registros oficiales, se multiplican de hecho. El secretario general Emiliano Tejada subraya que la mayoría de los trabajadores del rubro tiene menos de 40 años y que muchos acceden a su primer empleo en este sector. Hoy, esa puerta de entrada al mercado laboral se transforma en una trampa sin salida.
La precariedad avanza en paralelo con el cierre parcial de establecimientos, especialmente en zonas como el Valle de Uco, donde muchos locales solo abren los fines de semana. Mientras tanto, el gobierno provincial y nacional no ofrecen señales de asistencia concreta. Ni medidas de protección del empleo, ni políticas de estímulo al turismo, ni un plan de desarrollo federal para uno de los rubros que más mano de obra genera.
Paradójicamente, Mendoza fue una de las provincias donde Javier Milei obtuvo un fuerte respaldo electoral. Sin embargo, el ajuste que impulsa su administración se traduce hoy en recesión, desempleo y falta de respuesta ante una crisis sectorial profunda. La política del «déficit cero» muestra en Mendoza sus consecuencias más palpables: trabajadores sin trabajo, empresas sin ingresos y una economía local sin motores visibles de reactivación.
Desde el gremio y algunos sectores empresarios se impulsan propuestas para revertir la tendencia: promociones para turismo interno, incentivos a la formalidad, y beneficios por formación profesional. Pero todas estas iniciativas requieren acompañamiento político e inversión pública. Ninguna puede prosperar en un contexto donde el Estado se retira de su rol de regulador y dinamizador del mercado laboral.