Crisis laboral en Argentina: entre changas, criptomonedas y plataformas, un país que trabaja sin derechos
El informe “Las y los novísimos trabajadores: ¿Cuántas changas para un salario digno?”, elaborado por los sociólogos Esther Solano, Pablo Romá y Cecilia Feijoo para la Fundación Friedrich Ebert, traza un crudo diagnóstico de la realidad laboral en el país: una Argentina precarizada, fragmentada, y cada vez más alejada de las formas tradicionales de empleo.

El mercado laboral argentino atraviesa una de sus transformaciones más profundas y desafiantes desde la reinstauración democrática.
Lo que surge del estudio no es solo la constatación de una crisis, sino de una nueva subjetividad del trabajo, marcada por el pluriempleo, la informalidad digital, la autoexplotación y la idea de que el éxito —si llega— será siempre individual. En ese mapa, las categorías de trabajador formal, asalariado, protegido por convenios o con derechos laborales, se vuelven obsoletas o directamente marginales.
De la fábrica a la app: la caída del trabajo como derecho
La irrupción de plataformas digitales como Uber, PedidosYa, Rappi, o espacios de monetización como OnlyFans, canales de streaming o mercados de criptomonedas, ya no son una rareza en el mundo del trabajo argentino. Son la norma para una porción creciente de la población joven, urbana, y también para muchos adultos que fueron expulsados del circuito formal.
“Soy profesor estatal, pero también tengo mi OnlyFans”, dice uno de los testimonios del informe. Lo que antes era trabajo extra, hoy es una necesidad. Y lo que antes se percibía como precariedad, hoy se viste con retóricas de “emprendedorismo”, “libertad” y “autonomía”.
Sin embargo, esta reinvención del trabajo no es voluntaria: es una autogestión forzada. La “libertad” que se ofrece es, en verdad, la obligación de sobrevivir sin red. Se empresariza el tiempo, el cuerpo, las emociones. La vida misma se convierte en mercancía.
El sindicalismo en jaque
Frente a esta realidad, el sindicalismo tradicional aparece ausente o desfasado. Aunque sigue teniendo un rol importante en paritarias y defensa del empleo formal, la mayoría de estos nuevos trabajadores se sienten no representados. El informe advierte que, si no se adaptan, los sindicatos perderán toda capacidad de interpelación.
La crítica es doble: por un lado, a la estructura vertical y rígida de los gremios, que no logra captar las nuevas lógicas de organización; por el otro, a un Estado cada vez más retirado, que ya no garantiza derechos ni regula las formas emergentes de trabajo.
En ese vacío, la extrema derecha encuentra un terreno fértil. Según el estudio, el fenómeno Milei capitaliza el desencanto con las instituciones tradicionales y ofrece un discurso atractivo para esta nueva clase trabajadora precaria: libertad, éxito individual y rechazo a “la casta”.
El problema es que esa narrativa refuerza la desprotección. Mientras se aplaude la libertad de elegir cuántas horas trabajar o cómo ganarse la vida con “la cabeza y el celular”, se naturaliza que no hay vacaciones pagas, ni licencias por maternidad, ni indemnización, ni jubilación.
Cambiar o desaparecer
El informe no se queda en el diagnóstico. Propone caminos para un sindicalismo que no quiera volverse irrelevante: presencia territorial, comunicación digital efectiva, representación flexible y por sector, alianzas comunitarias. Casos como el de AMMAR (Asociación de Mujeres Meretrices), que incluye trabajadoras de plataformas como OnlyFans, o la Asociación Gremial de Computación impulsando paritarias para trabajadores remotos, muestran que es posible pensar gremios que hablen el lenguaje del siglo XXI.
La crisis laboral argentina no es solo económica: es cultural, política y de representación. Y en ese escenario, quedarse en los modelos del siglo XX implica renunciar a millones de trabajadores y trabajadoras que hoy buscan representación, amparo y futuro en un país donde cada vez es más difícil imaginar que trabajar dignamente sea un derecho.
