Crisis industrial en Pilar: 1.000 empleos perdidos en cuatro meses
El cierre definitivo de la planta de la multinacional Magnera, que dejó sin empleo a 140 operarios, se suma a los despidos anteriores de 40 trabajadores y consolida un patrón que ya afecta a otras grandes compañías como Ilva, Kimberly-Clark y Kenvue (ex Johnson & Johnson).

El Parque Industrial de Pilar atraviesa un derrumbe sostenido que ya se tradujo en la pérdida de 1.000 puestos de trabajo en apenas cuatro meses, un síntoma claro de la crisis industrial que acompaña la gestión del gobierno de Javier Milei.
El argumento empresarial de eficiencia, utilizado por Curt Begle, CEO de Magnera, contrasta con la magnitud de la facturación de la compañía, que alcanza 2.900 millones de dólares anuales. Más allá de las indemnizaciones ofrecidas, el cierre refleja una lógica de desindustrialización que pone en primer plano los efectos sociales y económicos de la apertura indiscriminada de importaciones y los avances en privatizaciones promovidos por el Ejecutivo.
La situación en Ilva evidencia la tensión entre empresas y trabajadores: los 300 operarios fueron notificados por WhatsApp del cierre y recibieron telegramas de despido invocando el artículo 247 de la Ley de Contrato de Trabajo, que reduce la indemnización al 50% en caso de fuerza mayor. Las protestas, organizadas junto a la Federación de Obreros Ceramistas (FOCRA), denuncian que los despidos buscan recortar salarios y beneficios, mientras la producción permanece paralizada pese a recientes inversiones en maquinaria.
Kimberly-Clark, por su parte, cerró su planta sin previo aviso y trasladó la producción a San Luis, dejando 220 trabajadores sin reubicación. La empresa justificó la medida como una estrategia de optimización, pero la decisión se produce en un contexto donde los precios de pañales aumentaron 144% en 2024, superando ampliamente el IPC general. Para el Sindicato de Papeleros, el cierre es “arbitrario” y exige la reapertura de la planta, denunciando la vulnerabilidad laboral frente a decisiones empresariales globales.
El panorama en Pilar muestra un patrón preocupante: la combinación de políticas de apertura económica y liberalización de importaciones con la falta de estrategias de protección industrial genera desempleo masivo y precarización laboral.
La desindustrialización no solo erosiona los ingresos de los trabajadores, sino que amenaza la estructura productiva de una de las zonas industriales más importantes del país. La pregunta que queda en el aire es si el modelo económico en marcha podrá sostener empleo e inversión local o si la estrategia de eficiencia corporativa se traducirá en un abandono irreversible del tejido industrial argentino.