Caputo y las jubilaciones: entre los números optimistas y la realidad cotidiana
Las recientes declaraciones del ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, sobre la situación de los jubilados en la Argentina, lejos de ofrecer tranquilidad, vuelven a poner en discusión la desconexión entre los indicadores oficiales y la realidad cotidiana de millones de adultos mayores. Al asegurar que “la jubilación promedio para quienes aportaron ronda los 900.000 pesos” y que “un buen porcentaje cobra más de un millón” gracias a pensiones adicionales, Caputo presentó un cuadro notablemente optimista que dista de la percepción generalizada entre los propios jubilados.

La afirmación de que “en dólares, los jubilados están mucho mejor” busca instalar una mejora relativa basada en el tipo de cambio libre —instrumento que, por otra parte, el propio Gobierno ha utilizado para ajustar precios e ingresos—, pero no contempla el encarecimiento sostenido del costo de vida en pesos, la moneda en la que los jubilados viven, compran medicamentos, pagan servicios y alimentos.
Un haber jubilatorio de 900.000 pesos puede parecer elevado desde una perspectiva estrictamente comparativa en dólares, pero en la práctica muchas jubilaciones mínimas no alcanzan para cubrir una canasta básica para adultos mayores, que según datos recientes ronda o supera el millón de pesos.
Además, Caputo elude una cuestión clave al hablar de “promedios”: esos números incluyen jubilaciones de privilegio, haberes judiciales y otros beneficios que distorsionan el dato general. La gran mayoría de los jubilados, especialmente quienes accedieron por moratorias o no alcanzaron los 30 años de aportes, cobra el haber mínimo o apenas por encima. La referencia a que “el 90% de los que cobran la mínima son los que no aportaron” parece más una justificación implícita de las inequidades del sistema que una propuesta de solución.
Al culpar al kirchnerismo por haber incorporado millones de beneficiarios “sin aportes correspondientes”, el ministro insiste en una narrativa que responsabiliza al pasado sin ofrecer alternativas concretas de inclusión o mejoras a futuro. El problema previsional argentino es estructural y va más allá de la cantidad de beneficiarios: se relaciona con la informalidad laboral, la falta de actualización real de los haberes y, sobre todo, con la ausencia de políticas activas que contemplen el envejecimiento digno.
En medio de un ajuste fiscal severo, Caputo intenta mostrar que incluso en este contexto los jubilados «han ganado». Sin embargo, esa afirmación contrasta con las dificultades cotidianas que enfrenta este sector, muchas veces invisibilizado en el discurso oficial. Si bien el Gobierno defiende haber aumentado un 15% el poder adquisitivo desde diciembre, lo cierto es que ese dato no ha sido confirmado por estudios independientes y llega tras años de pérdida acumulada. La mejora, si existiera, apenas compensa una parte de lo que se ha erosionado.
Las declaraciones del ministro buscan reforzar la idea de que el ajuste no afecta a los más vulnerables. Pero al apelar a promedios, comparaciones en dólares y culpas históricas, el Gobierno se distancia de la experiencia concreta de quienes viven con lo justo, compran medicamentos con descuento y miran con preocupación cada aumento en el supermercado. La pregunta, entonces, no es cuánto cobran “en promedio” algunos jubilados, sino si ese ingreso les permite vivir con dignidad. Y la respuesta, en gran parte del país, sigue siendo un rotundo no.