19 de noviembre de 2025

El deporte es salud, la salud es primero y los irresponsables de siempre

Hay un sector de la sociedad santiagueña que construye su realidad sobre una manera particular de ver el mundo. Esa cosmovisión “santiagueña” se apoya muchas veces sobre la fragilidad de las apariencias y responde en consecuencia a los estímulos sociales, según los considere favorables o no. Una simple caminata por el Parque Aguirre, una tarde cualquiera antes del horario tope para circular, puede ser útil para desentrañar el comportamiento social de personas que manifiestan un sentido de la responsabilidad acotado o desviado.

Con la excusa de “el deporte es salud”, algunos olvidaron que “la salud es primero” y se exponen a la locura de la Costanera, a la vera del Río Dulce, donde se hace evidente el desfilar incesante de aquellos devenidos en deportistas de pandemia, quienes cansados de hacer nada en sus casas, salen al aire libre a repetir la experiencia sin darle importancia a un virus que no discrimina entre quienes tienen vidas saludables y quienes “caretean” de lo lindo.

Una descripción puntual, de aquellos actores comunitarios que, en definitiva, no dimensionan la situación de crisis sanitaria a raíz del Covid-19 por la que atraviesa nuestra provincia, nuestro país y el mundo.

“Amiga, pasa que estamos cansados del encierro”, le contaba una chica de unos 30 y pico a su compañera de pedal, mientras ambas estaban sentadas en el piso y la segunda, indiferente al comentario, inmortalizaba el momento con una “selfie”.

Un grupo de chicos compartía una gaseosa junto a los jirones de las cintas de peligro, las cuales alguna vez fueron la barrera e impedimento para el sudo de los juegos. Tan cercanos “codo a codo” y sin distanciamiento social, como tan lejanos e inmersos en la virtualidad de las pantallas de los celus, como entes que no emiten palabras, sino sólo “stickers”.

Con torso desnudo y un “aifon” ajustado a su torneado brazo izquierdo, el profe escuchaba su música, más preocupado porque el sudor no estropee sus auriculares, que por el uso del barbijo de su alumna a quien ayudaba con los trabajos de elongación.

De Pic-nic. Si, y con mantelito y todo. Dos parejitas adolescentes departían animadamente de cosas de chicos, de la vida, de la escuela a la que tal vez no vuelvan este año por culpa de la pandemia. ¿Pandemia? ¿Cuál pandemia, si hace un sol hermoso, el día está especial, los mates son dulces y los besos más aún?

Ni qué hablar de los doce o quince changos chicos que jugaban un improvisado partidito de fútbol en la arena, ante la silenciosa mirada de sus fanáticas que cuidaban las pertenencias detrás de un arquito hecho con mochilas y camperas, actividad no permitida en las canchitas de los barrios para evitar contagios.

O la chica que se acercó descalza a un móvil policial para pedir una autorización de “carácter especial” que le permitiera continuar con su relax de siesta junto a sus amigas y ante la primera observación de los uniformados del porqué no llevaba barbijo, sólo atinó a decir que se lo había olvidado en la cartera, como si su uso fuera un detalle menor.

Y la Policía que realizaba un trabajo agotador, agobiante e infértil. Una tarea de niñera de los irresponsables, repitiendo hasta el cansancio por altavoces que se debe respetar el uso obligatorio del barbijo, el lavado de manos y la importancia de la fase del distanciamiento social donde no están permitidas las grandes concentraciones de personas para evitar la propagación del virus.

Cuernitos. Si, cuernitos de la biker con musculosa negra, a modo de protesta luego de escuchar y ver el pedido de los “motoqueros” para que los chicos cumplan con los protocolos sanitarios. Una falta de respeto con envoltura de hazaña y picardía y un gran moño de irresponsabilidad social.

Porque una vez más, el Parque Aguirre fue el escenario de un andar enmarañado de bicicletas, rollers y skates y en el medio, gente corriendo, caminando, conversando o regresando de sus trabajos en el afán por ganarle al tiempo y una sensación que flotaba en el aire: “no hay forma de hacerle entender al santiagueño el riesgo que corre”.

Situaciones puntuales. Descripciones puntuales de una tarde caótica en la costanera y que de seguro a muchos ha de molestar e incomodar, porque los exhibe en cuerpo entero en las vidrieras de la inconsciencia donde las apariencias juegan su papel de status social.

Un riesgo latente y una amenaza real que parece no importarles porque están dispuestos a pagar el precio de enfermarse. Y seamos sinceros, porque los muertos y los contagiados no les pertenecen a ellos, sino a otros.

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