Una noticia amarga: Georgalos pone en venta tres de sus marcas más emblemáticas
Mientras la empresa define su futuro, la venta de sus productos más reconocidos se vuelve una noticia tan estratégica como amarga, reveladora de los desafíos que enfrenta la industria alimenticia nacional en tiempos de consumo retraído, inflación persistente y altos costos operativos.

En un contexto de retracción económica y caída del consumo masivo, Georgalos, una de las empresas más emblemáticas de la industria de golosinas en Argentina, puso en venta tres de sus productos más reconocidos y analiza capitalizar o vender la compañía tras sufrir una importante caída en sus ventas en el último año y medio.
La decisión marca un punto de inflexión para una marca que forma parte del ADN de los argentinos desde hace más de ocho décadas.
Cuáles son los productos más famosos de Georgalos que podrían venderse
Del primero al último, figuran las galletitas Toddy, los caramelos Palitos de la Selva, Nucrem, los chiclces Bazooka, los caramelos duros rellenos Pequeños Placeres, los Flynn Paff, el Lengüetazo, Full Maní, Full Mint, Flow Cereal, Namur, Flynnies y Nutrifoods.
Una empresa histórica frente al desafío de la reestructuración
Fundada en 1939 por el inmigrante griego Miguel Georgalos, la compañía fue pionera en adaptar el halvá al gusto local y dar vida al recordado Mantecol, una de las golosinas más queridas del país. Desde entonces, Georgalos expandió su presencia con una oferta diversa que incluye caramelos Palitos de la Selva, chicles Bazooka, Nucrem, Flynn Paff y galletitas Toddy, entre otros. Hoy, varias de estas marcas están en la lista de productos que podrían cambiar de manos.
El deterioro del mercado interno golpeó con fuerza: según datos de la consultora Scentia, el consumo masivo cayó un 13,9% en 2024, y en el primer trimestre de 2025 descendió un 8,6% adicional. El segmento más afectado fue precisamente el de productos «impulsivos», que incluye golosinas y snacks, con una contracción del 14,6%.
Una salida forzada: fondeo externo o venta directa
Ante esta coyuntura, Georgalos busca una inyección de capital de unos U$S 100 millones para encarar un ambicioso plan de reconversión. Asistida por el Banco Santander, la empresa explora alternativas como alianzas estratégicas, joint ventures o la incorporación de nuevos socios, sin descartar una eventual venta total o parcial del negocio.
El objetivo, aseguran desde la compañía, es triple: modernizar la infraestructura industrial, lanzar nuevas líneas de productos y ampliar su presencia productiva en América Latina, particularmente en países como Chile, Uruguay, Perú, Paraguay, Ecuador y Colombia.
Uno de los focos centrales del plan es la planta de Río Segundo, en Córdoba, una de las más antiguas del grupo, donde se prevé invertir U$S 25 millones para mejorar procesos en la línea de chocolates.
Un presente desafiante y un futuro incierto
Pese al panorama complicado, desde Georgalos estiman que la facturación para 2025 alcanzará los U$S 230 millones, lo que representaría un crecimiento de dos dígitos respecto del año anterior. La empresa emplea actualmente a 1.750 trabajadores distribuidos en siete plantas industriales y exporta una porción significativa de su producción, lo que le ha permitido amortiguar en parte el impacto de la crisis doméstica.
Sin embargo, la venta de productos históricos refleja una señal de alarma. En 2001, en plena crisis económica, la compañía había vendido Mantecol a Cadbury por U$S 22,5 millones. En 2022, logró recuperar la marca junto con otras como Bazooka y Lengüetazo tras adquirir activos de Mondelez. Ahora, el fantasma de una nueva pérdida patrimonial sobrevuela una empresa símbolo del esfuerzo industrial nacional.
Entre la nostalgia y el pragmatismo
Para miles de consumidores, Georgalos no es solo una fábrica de golosinas, sino parte de la memoria afectiva colectiva: el chicle comprado en la escuela, el turrón compartido en la infancia, la barra de Nucrem pasada de mano en mano. Por eso, la posibilidad de que algunas de estas marcas queden en manos extranjeras o se diluyan en un esquema empresarial nuevo genera preocupación entre trabajadores y consumidores.
En la encrucijada entre la tradición y la necesidad de reinventarse, Georgalos se juega más que un negocio: se juega el peso simbólico de su legado en el paladar de los argentinos.
