Pokoik increpó a Milman: “Asesino, la historia te lo va a cobrar”
El detonante fue la sombra que aún pesa sobre Milman por su supuesta vinculación con el intento de magnicidio contra Cristina Kirchner, causa que sigue generando suspicacias y que la oposición busca dar por cerrada.

Un nuevo episodio de tensión política sacudió los pasillos del Congreso. En medio de la sesión donde se debatía el veto presidencial a la ley de aumento jubilatorio, la diputada de Unión por la Patria Lorena Pokoik y el legislador del PRO Gerardo Milman protagonizaron un enfrentamiento cargado de acusaciones cruzadas.
El choque ocurrió en el Salón de los Pasos Perdidos, cuando Pokoik increpó directamente a Milman: “Asesino. La historia te lo va a cobrar”. El legislador, uno de los hombres de confianza de Patricia Bullrich, respondió con dureza: “Está todo aclarado en la Justicia. Si tenés alguna denuncia, presentala”. El intercambio no se detuvo allí. La diputada kirchnerista insistió en que el dirigente “está sucio” y lo volvió a señalar como responsable político del atentado, mientras Milman replicaba recordando las causas judiciales de Cristina Fernández: “La que está presa es tu amiga”.
El cruce, más allá de lo anecdótico, expone una tensión estructural en la política argentina. A dos años del intento de magnicidio, el episodio sigue siendo un punto de fractura profunda entre oficialismo y oposición. Para el kirchnerismo, la investigación judicial fue deliberadamente limitada y evitó profundizar sobre posibles conexiones políticas, en particular las sospechas que rodearon a Milman desde que un testigo afirmó haberlo escuchado hablar del atentado en un bar de Recoleta. Para Juntos por el Cambio, en cambio, insistir con esa hipótesis es parte de una estrategia para victimizar a Cristina Kirchner y encubrir sus propios problemas judiciales.
El episodio también refleja cómo los pasillos del Congreso se han convertido en escenario de una guerra simbólica donde las discusiones exceden la agenda parlamentaria. Lo que debería ser un debate sobre políticas públicas —en este caso, las jubilaciones— queda opacado por enfrentamientos cargados de violencia verbal que profundizan la lógica de la grieta.
El intercambio entre Pokoik y Milman, lejos de ser un hecho aislado, es la expresión de un clima político donde la deslegitimación del adversario prevalece sobre cualquier construcción de consenso. Mientras uno es acusado de “asesino” y de estar vinculado a un magnicidio, la otra es descalificada por su cercanía con una dirigente perseguida judicialmente. La discusión queda atrapada entre dos relatos antagónicos que convierten la política en un ring permanente.
La escena deja en evidencia que el intento de asesinato a Cristina Kirchner no es un capítulo cerrado, sino una herida abierta que seguirá atravesando la dinámica parlamentaria y electoral. En un país donde la violencia política ha dejado marcas profundas en su historia, que semejantes acusaciones se lancen a viva voz en los pasillos del Congreso debería ser una señal de alarma: la política argentina no solo discute leyes, también libra una batalla simbólica permanente sobre la memoria, la justicia y la legitimidad democrática.
