27 de marzo de 2023

Mundial 78, el jugador peruano Rodulfo Manzo, sería «El Vendido»

El futbolista peruano fue quien quedó en el centro de la escena por la derrota de su seleccionado 6-0 ante la Argentina, que le permitió a la albiceleste llegar a la final.

Por Marcos González Cezer y Julio Boccalatte

Se llama Rodulfo y no Rodolfo. Una condena: la particularidad lo hizo todavía más distinguible. De los 22 jugadores que Perú trajo al Mundial 78, entre sospechas y acusaciones cruzadas, Rodulfo Manzo fue quien quedó en el centro de la escena. «El Vendido»: la mirada lacerante con que lo recibieron en su país y en su pueblo, San Luis de Cañete, a poco menos de 150 kilómetros de Lima. «Ahí, en mi propia tierra, sentí, se lo juro, lo peor de todo -contó Manzo años más tarde-. Todo el mundo hablando de lo mismo, este vendido que ha venido aquí».

Al momento del Mundial 78, Manzo tenía 28 años y jugaba en Deportivo Municipal de su país. Había sido titular los cinco partidos anteriores de su selección en el torneo (3-1 a Escocia, 0-0 con Holanda y 4-1 a Irán para terminar primero en el grupo 4 de la fase inicial; 0-3 ante Brasil y 0-1 con Polonia en el grupo semifinal B), pero su desempeño ante la Argentina fue cuestionado inclusive por sus propios compañeros.

«En el entretiempo le pedimos al DT (Marcos Calderón) que lo cambiara porque no paraba a nadie», confesaría años más tarde el arquero Ramón Quiroga, otro de los inicialmente sospechados: se había nacionalizado peruano pero era argentino.

Las acusaciones sobre el rendimiento del zaguero en el 0-6 con Argentina se ven claramente en el informe «El partido de la vergüenza», del programa peruano «La Ley de la Calle»: «En el primer gol, el argentino Mario Alberto Kempes se lleva a Rodulfo Manzo sin hacer ningún esfuerzo. Observemos la actitud de Manzo…», dice el periodista, mientras un círculo blanco resalta en la pantalla la imagen del defensor.

Manzo terminó de ser el blanco principal de las acusaciones al año siguiente, cuando fue contratado por Vélez Sarsfield. «Eso fue escandaloso», dijo también Quiroga. «¿Por qué Manzo, un defensor que fue clave la noche de la goleada, fue comprado por Vélez Sarsfield poco meses después de aquel desastre?», se preguntó el informe peruano.

«Según tengo entendido, el contrato fue acordado en las horas previas al partido con Argentina. Pareció un aliciente para Manzo», aseguró el periodista Ricardo Gotta, autor del libro «Fuimos Campeones», en el que el 6 a 0 impulsó su investigación.

«El tema de Manzo arrancó cuando contó que, antes de jugar con Argentina, recibió una llamada telefónica a su habitación en la que le dijeron que había 50 mil dólares para los jugadores peruanos», agregó Pablo Llonto («La Vergüenza de Todos»).

Las sospechas terminaron de explotar cuando Manzo, en una charla con compañeros e integrantes del cuerpo técnico de Vélez, agregó un dato central: había recibido los 50 mil dólares ofrecidos telefónicamente. La confesión trascendió y fue tan grande la polémica acá y en su país que, días después, el peruano tuvo que salir a leer un comunicado. «Yo no he recibido dinero ni mis compañeros de la selección…».

«Fue una broma que hice en un asado que hacíamos en Vélez todos los jueves -explicaría después-. Siempre hacíamos bromas con Pedro Larraquy. Tuvimos que ir a aclarar todo a la AFA, fue el técnico también, Antonio D’Accorso». Nunca quedó claro si había recibido o no el dinero; y, si lo había recibido, cuál era su origen.

Manzo jugó apenas tres partidos en Vélez (Racing Club, River Plate y Argentinos Juniors). Luego pasó por Emelec (Ecuador), otra vez Municipal, Deportivo Táchira (Venezuela) y dos equipos modestos de Perú: Torino Talara y Juventud La Palma. Años más tarde y ya retirado se instaló en Milan, Italia, donde tuvo un pequeño restaurante y trabajó de guardia de seguridad en una discoteca.

Su caso (el estigma eterno de un solo partido), salvando las distancias, hizo recordar al del brasileño Moacir Barbosa, arquero de su selección y al que su país responsabilizó por la derrota 1-2 ante Uruguay en la final del Mundial del 50, el célebre Maracanazo.

«¿Ves ese señor que camina allí? -le dijo una vez una madre a su hijo al cruzarse al arquero en la calle-. Hizo llorar a 200 millones de brasileños».

«La condena máxima en mi país por un crimen es de 30 años. Yo llevo condenado toda mi vida», se lamentaba Barbosa, quien murió el 7 de abril de 2000. Unos años antes había quemado en el fondo de su casa los palos del arco del Maracaná: se los había regalado la gerencia del estadio luego de instalar los arcos nuevos, de metal.

«Quema los palos Barbosa, del arco del Brasil, la condena del Maracaná, se paga hasta morir», le cantó el murguero uruguayo Tabaré Cardoso.

A Rodulfo Manzo, que este 5 de junio cumple 71, nunca nadie le hizo una canción.

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