14 de noviembre de 2025

INDEC, UIA y CEPA muestran realidades distintas, pero la crisis industrial explota en despidos y precarización

El informe del INDEC que muestra una desocupación «estable» del 7,6% en el segundo trimestre de 2025 es un espejismo que oculta una realidad mucho más cruda y preocupante.

Si bien la tasa de desempleo no se dispara, los datos sectoriales de la Unión Industrial Argentina (UIA) y las cifras de despidos del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) revelan una destrucción masiva de empleo de calidad y una creciente crisis en el sector productivo que, tarde o temprano, se reflejará en los índices oficiales.

La calma estadística esconde la tormenta de conflictos laborales, suspensiones y cierres de fábricas que se multiplican día a día.

La imagen de Marcelo, un trabajador de 46 años despedido de la fábrica de cerámicas Ilva, es la cara visible de esta crisis. Su testimonio resume el desamparo de miles de familias que, de la noche a la mañana, quedan «fuera del sistema» por el cierre de empresas o la reducción de personal.

Casos como el de Ilva, FATE, Georgalos o las plantas del Grupo Techint no son anécdotas aisladas; son el síntoma de un modelo económico que atenta contra la producción nacional. La política de apertura económica y la contracción del consumo interno están generando un «modus operandi» de ajuste que recorta el personal como primer recurso para afrontar la caída de la actividad.

Informalidad y destrucción: Las dos caras de la crisis

El análisis superficial de las cifras del INDEC ignora dos fenómenos críticos. Primero, el crecimiento de la informalidad. La tasa de empleo no registrado ha escalado al 43,2%, lo que significa que casi la mitad de los trabajadores argentinos están desprotegidos, sin acceso a derechos básicos como jubilación, obra social o aguinaldo.

En este contexto, la «estabilidad» del desempleo se debe, en parte, a que la gente se vuelca a la economía en negro por necesidad, lo que precariza el mercado laboral en su conjunto.

Segundo, los datos de la UIA y el CEPA son demoledores. Mientras el INDEC solo muestra la superficie, el CEPA documenta la destrucción de más de 230.000 puestos de trabajo registrados desde la asunción del nuevo gobierno.

La UIA confirma que casi un cuarto de las empresas redujo su plantilla, una cifra alarmante que se complementa con la caída en la producción y las ventas. Por primera vez en meses, la reducción de personal supera a los recortes de turnos, lo que demuestra un cambio de estrategia de las empresas hacia los despidos directos.

El hilo conductor de esta crisis es la hostilidad del modelo libertario hacia la industria y la producción. A pesar de las batallas legales ganadas por los trabajadores, como la reinstalación de operarios en Georgalos, la tendencia general es a la contracción.

La «calma» del desempleo es una calma ficticia que esconde una bomba de tiempo laboral que pronto estallará, evidenciando que el mercado de trabajo no solo está en tensión, sino que está en franco retroceso y sin perspectivas claras para la creación de empleo de calidad.

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