14 de noviembre de 2025

El PBI subió 5,8%, pero impulsado por impuestos y no por la producción real

El gobierno de Javier Milei celebró con entusiasmo los datos del INDEC que indican un crecimiento del 5,8% del Producto Interno Bruto (PIB) en el primer trimestre de 2025. Sin embargo, un análisis más profundo de las cifras revela una realidad menos alentadora: el motor principal de ese crecimiento no fue la producción, sino los impuestos.

Según los datos oficiales, el componente que más contribuyó al incremento del PIB fue el de impuestos netos de subsidios, con una suba del 10,8%, lo que aportó 1,83 puntos porcentuales al total del crecimiento.

En otras palabras, el Estado no creció por producir más, sino por cobrar más. Esta situación evidencia una paradoja: mientras sectores claves de la actividad económica muestran señales de estancamiento o retracción, el Gobierno festeja una suba que responde, en gran parte, al ajuste fiscal y al aumento de la presión tributaria.

La Administración pública y defensa, en contraste, mostró la mayor caída sectorial con una baja del 1,2%, reflejo de la contracción del gasto público. Más alarmante aún es el descenso en rubros sensibles para el tejido social, como hogares privados con servicio doméstico (-2,2%), servicios de salud (-0,6%), y otras actividades comunitarias y sociales (-1,6%). Sectores ligados al empleo informal, los cuidados y la asistencia social, que suelen actuar como amortiguadores en tiempos de crisis, muestran señales de deterioro.

El presidente Milei no tardó en reaccionar ante las críticas. A través de sus redes sociales, celebró el dato del 11,6% de crecimiento interanual del consumo privado, ironizando sobre los “periodistas basura” que habían anticipado un derrumbe del consumo. Sin embargo, la lectura del INDEC muestra que el consumo creció, pero en un contexto de fuerte aumento de las importaciones (42,8% interanual), lo que sugiere que gran parte del consumo fue abastecido por bienes extranjeros, no por producción local.

Otro dato que relativiza el supuesto “boom” económico es que la formación bruta de capital fijo creció 31,8%, pero esto incluye movimientos financieros especulativos o compras de bienes durables por parte de empresas que intentan anticiparse a futuros aumentos de precios o restricciones, más que una señal de confianza sostenida en el crecimiento a largo plazo.

En este marco, la economía parece avanzar a dos velocidades. Por un lado, algunos sectores como la intermediación financiera (27,2%), pesca (11,6%) y hoteles y restaurantes (9%) muestran dinamismo, pero no representan el núcleo productivo de la economía nacional. Por otro lado, la industria manufacturera creció solo un 5,1%, una cifra modesta si se considera la caída acumulada en trimestres anteriores.

El dato del 5,8% de crecimiento superó las proyecciones del Fondo Monetario Internacional (5,5%), pero al estar sostenido por impuestos y no por producción genuina, se aleja de cualquier noción de crecimiento sustentable. La economía real —aquella que genera empleo, valor agregado y desarrollo— sigue condicionada por un modelo que prioriza el ajuste fiscal sobre la recuperación productiva.

Mientras el oficialismo intenta instalar un relato triunfalista, los números, si bien positivos en apariencia, esconden un modelo de crecimiento frágil, dependiente de los ingresos fiscales y del rebote estadístico, más que de un verdadero proceso de expansión económica. Un crecimiento que, lejos de reflejar una mejora estructural, corre el riesgo de ser solo una ilusión contable.

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