Crisis Textil: la ropa importada desplaza a la producción nacional y golpea a la industria argentina
La industria textil argentina atraviesa una de sus peores crisis en décadas. Un reciente informe de la Fundación ProTejer advirtió que, por primera vez en la historia, la venta de ropa importada superó ampliamente a la de fabricación nacional, revelando un fenómeno de desindustrialización acelerada que amenaza con desmantelar uno de los sectores productivos más tradicionales del país.

Según el relevamiento, en el primer trimestre de 2025 las importaciones de ropa crecieron un 86% interanual, mientras que en el rubro de textiles para el hogar el aumento alcanzó el 109% en volumen.
Estos datos configuran un récord histórico y marcan un punto de quiebre: el 67% de las prendas consumidas en el país son importadas, y ese porcentaje se eleva al 75% en el caso de la ropa vendida en shoppings. Solo un tercio de lo que se viste hoy en Argentina es de producción local.
El avance del e-commerce, con un boom de compras vía courier, ha sido otro factor determinante. La demanda fue tal que algunos aeropuertos debieron ampliar su infraestructura para manejar el creciente flujo de paquetes del exterior. En paralelo, el Banco Central analiza autorizar pagos y financiamiento con tarjeta en dólares, lo que podría profundizar aún más la brecha con los productores locales al facilitar el acceso a productos importados.
Desprotección y competencia desigual
Desde ProTejer advirtieron que el fenómeno no es solo económico, sino estructural y sistémico. «No solo evidencia la presión externa que enfrenta actualmente la industria textil, sino también un proceso sostenido de debilitamiento estructural del entramado productivo», señalaron. El diagnóstico es claro: se están perdiendo empresas, empleos y capacidades tecnológicas clave, mientras el país se vuelve crecientemente dependiente del exterior.
La competencia, aseguran desde el sector, es desigual. Las prendas importadas, muchas veces provenientes de países con costos laborales ínfimos y subsidios estatales encubiertos, ingresan en masa bajo un modelo económico aperturista que favorece la importación sin regulaciones efectivas. Esta política, según el informe, ha obligado a muchas empresas nacionales a «racionalizar» su producción, lo que en la práctica significa recortes, cierres y despidos.
Un modelo de consumo sin industria
La situación abre un debate profundo sobre el modelo económico vigente. ¿Es viable un país que consume productos importados a gran escala pero destruye su capacidad de producirlos? ¿Qué tipo de empleo, inversión y desarrollo tecnológico puede sostenerse en un esquema de apertura irrestricta sin respaldo a la producción local?
Mientras el consumidor se ve seducido por precios bajos y ofertas accesibles en plataformas globales, el costo oculto se paga en empleo perdido, regiones industriales en retroceso y pérdida de autonomía económica. El sector textil, que representa uno de los mayores empleadores industriales del país, podría ser apenas el primero de varios en verse arrasados por una política que prioriza el consumo inmediato por sobre el desarrollo productivo de largo plazo.
Frente a este escenario, crecen los reclamos para una revisión urgente del modelo económico, que contemple tanto la competitividad externa como la necesidad de preservar el tejido industrial nacional. Porque detrás de cada prenda que se importa, hay una fábrica que se apaga. Y con ella, una porción del futuro productivo argentino.
