14 de noviembre de 2025

Crisis en la industria de la fundición: caída de la demanda, despidos masivos y riesgo de desindustrialización

La industria de la fundición, uno de los eslabones clave del aparato productivo argentino, enfrenta un deterioro alarmante que refleja el impacto generalizado de la recesión industrial y la falta de políticas activas para sostener la producción local.

Según el último informe de la Cámara de Industriales Fundidores de la República Argentina (Cifra), la demanda del sector cayó al 45,9% en abril, mientras que más del 54% de las empresas debió despedir trabajadores, consolidando un cuadro de crisis que golpea de lleno a la industria nacional.

El dato no solo representa una baja mensual del 6,13% respecto de marzo, sino una contracción interanual del 9,4%. El impacto no se limita al mercado interno: las exportaciones también cayeron un 17% respecto al mes anterior, ubicándose en un nivel de demanda del 38%. Aunque las expectativas exportadoras repuntaron levemente al 43%, el panorama general sigue siendo preocupante.

Una industria estratégica al borde del colapso

La industria de la fundición abastece sectores clave del entramado productivo argentino: maquinaria agrícola (32%), automotriz (27%), Oil & Gas (27%), industria naval (11%), mobiliario urbano (9%) y línea blanca (2%). Sin embargo, el 78% de las empresas enfrenta una caída persistente de su rentabilidad, con dificultades crecientes para sostener la operación y el empleo.

Se trata mayoritariamente de PyMEs de base familiar, radicadas en Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, cuyo margen de maniobra frente a la caída de la demanda es escaso. En un contexto donde la ropa importada ya supera a la nacional, y el mercado interno se ve erosionado por la apertura comercial, la fundición se convierte en una nueva víctima de un modelo económico que parece haberle dado la espalda a la producción local.

El empleo, la primera víctima

La reducción de puestos de trabajo en más de la mitad de las empresas del sector es un dato que trasciende lo económico y se vuelve social. El empleo industrial, históricamente motor de movilidad ascendente y arraigo territorial, se está desmoronando en silencio. Mientras solo el 2,7% de las empresas aumentó su plantilla, el resto optó —o se vio forzado— a achicar estructuras ante la caída de pedidos y la falta de incentivos para sostener la producción.

La combinación de recesión interna, baja demanda externa y competencia importada genera un cóctel tóxico que pone en riesgo la continuidad de un sector estratégico para la reindustrialización nacional. La ausencia de políticas fiscales, de crédito o de estímulo a la demanda profundiza el colapso.

¿Desindustrialización como horizonte?

El caso de la fundición es paradigmático de una tendencia más amplia de desindustrialización en Argentina. Sectores clave que deberían ser motores del desarrollo se ven arrinconados por una economía que promueve el consumo importado y la valorización financiera, en lugar del trabajo y la producción.

El riesgo no es solo la pérdida de empresas: es la desarticulación de cadenas de valor enteras, el abandono de capacidades tecnológicas acumuladas durante décadas y el avance hacia una economía cada vez más dependiente del exterior, tanto en bienes como en empleo.

Frente a este escenario, la pregunta es urgente: ¿Qué país queremos construir? Si la respuesta incluye empleo, desarrollo federal, innovación y soberanía productiva, la política económica deberá revisar con urgencia su rumbo. Porque la fundición no es solo un sector: es el termómetro de un modelo productivo que, hoy por hoy, parece fundirse a fuego lento.

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