14 de noviembre de 2025

Crece la incertidumbre en la construcción: casi el 90% de las empresas no espera mejoras en el corto plazo

Más que esperar un rebote espontáneo, la recuperación parece depender de un shock de confianza macroeconómica y de políticas activas que reduzcan costos, faciliten el financiamiento y reactiven la inversión pública y privada. Mientras eso no ocurra, la construcción seguirá siendo un termómetro que refleja, con crudeza, la fragilidad de la economía argentina.

El sector de la construcción no logra despegar y vuelve a mostrar señales de alarma. En julio, la actividad registró una caída mensual del 1,8% y el índice tendencia-ciclo retrocedió 1,2%, según el indicador del INDEC. El repunte de junio quedó así en evidencia como un respiro pasajero dentro de un escenario más complejo: casi el 90% de las empresas del rubro no prevé mejoras en el horizonte cercano.

Si bien en términos interanuales la actividad creció 1,4% en julio y acumula un alza de 9,2% en lo que va de 2025, la foto de corto plazo es otra: volatilidad en el consumo de insumos, retrocesos en el empleo registrado respecto del primer semestre y expectativas empresariales dominadas por la cautela o directamente el pesimismo.

El consumo aparente de materiales mostró disparidades que reflejan una demanda fragmentada. Mientras productos como mosaicos graníticos y calcáreos (+36,1%), artículos sanitarios de cerámica (+31,8%) o asfalto (+31,7%) marcaron fuertes subas, insumos básicos como cales (-9,4%), ladrillos huecos (-9,3%) y cemento portland (-2,8%) retrocedieron. Estos datos dejan entrever que los proyectos en marcha no responden a un patrón uniforme: conviven iniciativas específicas de infraestructura o remodelaciones con un freno en la obra nueva de vivienda, uno de los motores tradicionales del sector.

El empleo también exhibe esta dualidad. En julio, la cantidad de puestos formales en la construcción creció 4,8% interanual, pero en el acumulado de enero a junio la variación fue negativa (-0,9%), confirmando que la mejora no alcanza para revertir la inestabilidad laboral del rubro.

El termómetro de las expectativas empresariales aporta la lectura más preocupante. Entre las firmas dedicadas a obras privadas, 68% cree que la actividad no variará en los próximos tres meses, 21,4% espera una caída y apenas 10,6% vislumbra un repunte. En el caso de la obra pública, 62,6% prevé estabilidad, 22,2% una baja y 15,2% un aumento. En ambos segmentos, la mirada optimista es claramente minoritaria.

Las razones son conocidas: quienes se muestran pesimistas apuntan a la caída de la actividad económica y a los altos costos de construcción, mientras que los pocos que esperan una mejora la vinculan al crecimiento económico y a cierta estabilidad de precios. Es decir, el destino del sector está atado a variables macroeconómicas que permanecen frágiles.

La falta de dinamismo también impacta en el empleo proyectado: más del 70% de las empresas, tanto de obra privada como pública, prevé que no habrá cambios en la contratación en los próximos meses, mientras que casi una de cada cinco anticipa reducciones.

El pedido hacia la política es claro: alivio fiscal y mejoras en el acceso a financiamiento. Para las empresas privadas, reducir la presión impositiva y flexibilizar el mercado laboral serían motores clave. Para las vinculadas a la obra pública, además de la carga fiscal, destacan la necesidad de créditos específicos que impulsen proyectos.

En este contexto, la construcción se enfrenta a un dilema estructural: pese a los repuntes interanuales que maquillan la estadística, la actividad no logra consolidar un sendero de crecimiento sostenido. La combinación de insumos con demandas dispares, empleo inestable y expectativas empresariales mayoritariamente negativas muestra un sector atrapado en la incertidumbre.

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