14 de noviembre de 2025

Crece el uso del pago mínimo y se disparan los intereses en las tarjetas de crédito

En este contexto, el uso del “plástico” ya no refleja expansión del consumo sino resistencia ante la pérdida de ingresos. La financiación con tarjeta aparece como una solución inmediata, pero con un costo que agrava la vulnerabilidad financiera de los hogares argentinos.

El financiamiento con tarjeta de crédito se consolida como una válvula de escape ante la pérdida del poder adquisitivo, aunque su costo sigue siendo uno de los más altos del sistema financiero.

Los datos del informe de First Capital Group, elaborados en base a estadísticas del Banco Central, reflejan que en octubre el saldo total de operaciones con tarjeta alcanzó los 21,9 billones de pesos, con un incremento interanual del 63,4%.

Sin embargo, al ajustar por inflación, el crecimiento real fue apenas del 24,2%, lo que evidencia que la expansión del crédito responde más al aumento de precios que a una mejora en el consumo.

La tendencia se profundiza con un dato clave: los argentinos recurren cada vez más al pago mínimo o a la financiación en cuotas, lo que multiplica los intereses a pagar en los meses siguientes. En un contexto de tasas todavía elevadas, la tarjeta de crédito se convierte en una herramienta de supervivencia financiera que, sin embargo, puede transformarse en una trampa de endeudamiento.

El Banco Central informó que en agosto se registraron 180,4 millones de operaciones con tarjetas de crédito por un total de 9,4 billones de pesos, superando por primera vez en volumen a las transacciones con débito, que fueron 178 millones por 4,7 billones. Este fenómeno marca un cambio estructural en los hábitos de pago: mientras en 2022 las compras con crédito representaban el 13,3% del total, en 2025 ya explican el 46,2%.

El informe de Inclusión Financiera del BCRA refuerza esta tendencia al señalar que 14,6 millones de argentinos tienen deuda con tarjeta de crédito, lo que equivale al 39,6% de la población adulta. Esta expansión del crédito minorista coincide con meses de fuerte contracción del salario real y menor disponibilidad de efectivo, lo que empuja a los consumidores a financiar sus gastos cotidianos.

El costo de esa financiación es significativo. En el Banco Macro, por ejemplo, la tasa nominal anual (TNA) para financiar consumos con tarjeta asciende al 105,30%, con un costo financiero total (CFT) del 127,41% anual con IVA. En caso de atrasos, los intereses punitorios alcanzan una TNA del 52,65% y un CFT del 63,70%. En otras palabras, un consumidor que paga solo el mínimo termina abonando más del doble del monto original de su deuda si la mantiene durante un año.

Aunque el Gobierno inició un proceso gradual de reducción de tasas tras las elecciones, el impacto aún no se percibe en el bolsillo. La dependencia creciente del crédito para sostener el consumo revela una fragilidad estructural: las familias se endeudan para mantener su nivel de vida, mientras los bancos encuentran en las tarjetas una de sus principales fuentes de rentabilidad.

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