Codo a codo, Fernández y Zamora, dan inicio a un nuevo tiempo en Argentina
Esta vez no hubo gente desbordando las calles, ni funcionarios engrosando la comitiva, ni banderas militantes a gran escala, ni vehículos en caravana, ni cotillón y a muchos les quedó la sensación de poco, de velocidad. Pero la esencia se mantuvo inalterable en cada paso que un distendido Alberto Fernández dio en suelo santiagueño.
Editorial
Hubo un gran dispositivo, como era de esperarse, y el característico saludo entre el presidente que visita y el gobernador de Santiago del Estero, el anfitrión, estuvo marcado por el protagonismo del codo en el marco de una pandemia mundial por el Covid-19.
Alberto Fernández, presidente de los argentinos, eligió la provincia para retomar su agenda de estrechos vínculos con los gobiernos regionales, más allá del virus, más allá de la pandemia y más allá del aislamiento social, preventivo y obligatorio que impera por estos días.
¿El motivo? Sin duda, resultaría más que redundante pensar que la visita tiene que ver con las obras de la Cloaca Máxima en Capital que, una vez concluida, beneficiará directamente a unos 38 mil santiagueños y en ella confluirán la totalidad de los desagües cloacales de la ciudad, lo que representa un beneficio indirecto para 180 mil habitantes.
Por otro lado, si detallamos que vino a inaugurar junto al Gobernador Gerardo Zamora la empresa Mega Alfalfa Argentina, con sede en Forres, la cual emplea a 30 operarios y que demandó una inversión de 10 millones de dólares, con el propósito de apuntalar la producción agroindustrial, satisfacer mercados internacionales y reactivar la logística de exportación ferroviaria utilizando como punta de lanza la Estación en la localidad del Departamento Robles hacia el puerto de Rosario, poco diríamos.
De más estaría mencionar también, que la presencia de Alberto Fernández fue a propósito, si lo que se busca es una definición política.
Porque con su estratégica política de obras públicas se pone en funcionamiento una maquinaria que impulsa el reinicio de las obras de construcción, remodelación y refacción del histórico edificio de la Escuela del Centenario, estancada durante la gestión anterior, al igual que otras obras en distintos puntos del país.
Como se recordará durante el gobierno de Mauricio Macri, “seis de cada diez obras” públicas en el contexto país fueron “paralizadas desde hace 12 o 18 meses”, según los informes que el ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, presentó ante Presidencia de la Nación, fruto del “desfinanciamiento y de la subejecución presupuestaria como parte de su plan de ajuste y achicamiento del Estado”.
Katopodis, dos meses después de haber asumido, había precisado que el macrismo dejó una deuda con las empresas contratistas por unos 35 mil millones de pesos y que “cientos de obras en escuelas, hospitales y rutas estaban paradas por “falta de pago”. La Escuela del Centenario en la Capital Santiagueña, era una de ellas.
El funcionario nacional había estimado en aquella oportunidad, que el daño ocasionado en la obra pública llevaría tiempo revertir y una fuerte inversión desde el Estado, para reactivar lo que no se estaba realizando y todo daba inicio con una agenda acordada con los gobernadores para establecer objetivos y prioridades en cada una de las provincias. Luego vino la Pandemia.
Por eso esta actualidad y la visita del presidente con declaraciones importantes en el terreno del análisis con un Fernández dejando entrever que tiene los mismos objetivos y el mismo proyecto de país con el gobernador santiagueño, al inaugurar “un nuevo tiempo en Argentina.
O que diga que Manuel Belgrano merece ser recordado de mejor manera con el reinicio de las obras en la Escuela del Centenario, a que sea el símbolo de “una cáscara vacía” en relación al tan mentado Plan Belgrano del macrismo, que prometía obras que nunca se ejecutaron.
O que se ponga al mando del timón de un barco bamboleante en medio de la tormenta (metáfora utilizada sólo con fines lingüísticos) para decir que renovaba el compromiso de no postergar aún más a los argentinos con la firma de un acuerdo con el FMI y los acreedores de la deuda contraída por la gestión Macri, a costa del sufrimiento de todo el pueblo.
“Que el mundo nos vea como un país que cumple con sus compromisos, pero sin que ello signifique una nueva postergación de nuestro pueblo”, sentenció. Saludo con el codo al venir y saludo con el codo al marcharse. Como si el acto mismo fuera simbólico, dos hombres, un proyecto de gobierno, hombro con hombro, codo con codo, ideas de nación y de provincia, aunadas en el marco de una pandemia.