Causa Correo Argentino: la justicia reacciona a paso lento mientras la impunidad gana tiempo
Luego de años de dilaciones, recursos reiterados y maniobras judiciales por parte de los acusados, la Corte Suprema de Justicia de la Nación resolvió finalmente rechazar una queja presentada por dos directivos vinculados al Grupo Macri en la causa Correo Argentino.

El fallo reanima una investigación que lleva más de dos décadas de avances intermitentes, obstáculos procesales y una llamativa parsimonia institucional frente a lo que constituye uno de los casos más escandalosos de vaciamiento patrimonial en perjuicio del Estado argentino.
El caso refiere al acuerdo sellado en 2016 durante el gobierno de Mauricio Macri, por el cual el Estado —en una negociación liderada por funcionarios de su propio gabinete— aceptaba una propuesta de pago que licuaba casi el 99% de la deuda que Correo Argentino S.A., controlada por la familia Macri a través de SOCMA, mantenía desde 2001. La fiscal Gabriela Boquin calificó el pacto como “ruinoso” y logró frenarlo. Desde entonces, la causa quedó atrapada en una telaraña de apelaciones, recusaciones y estrategias dilatorias.
El reciente fallo de la Corte —firmado por Rosatti, Rosenkrantz y Lorenzetti— no entra en el fondo de la cuestión, sino que desestima un recurso de queja de los acusados Jaime Cibils Robirosa (presidente de la firma) y Jaime Kleidermacher (su abogado), quienes buscaban apartar a dos camaristas bajo el pretexto de un supuesto «temor de parcialidad». El máximo tribunal rechazó el planteo por no estar dirigido contra una sentencia definitiva, y además intimó a los recurrentes a realizar un depósito económico bajo apercibimiento de ejecución. Una decisión técnica, sí, pero que tras años de letargo, representa al menos una mínima reactivación del expediente.
La pregunta que flota es: ¿por qué se ha demorado tanto este proceso? La causa Correo Argentino acumula casi ocho años sin resolución judicial firme desde que fue reactivada por la denuncia de Boquin, y más de dos décadas desde que comenzó. Mientras tanto, los responsables del acuerdo —incluidos el exministro de Comunicaciones Oscar Aguad y el exjefe de Asuntos Jurídicos Juan Mocoroa— siguen en libertad, sin juicio oral a la vista. El caso expone, una vez más, cómo el poder económico puede apalancarse sobre la maquinaria judicial para postergar indefinidamente la rendición de cuentas.
Las múltiples recusaciones, planteos de incompetencia y recursos extraordinarios (la mayoría rechazados) utilizados por la defensa del Grupo Macri no buscan esclarecer los hechos, sino simplemente ganar tiempo. Tiempo que, en la justicia argentina, suele jugar a favor de los poderosos. El argumento de que los jueces Farah y Boico tienen “enemistad manifiesta” con Mauricio Macri es una maniobra política más que jurídica. Tan endeble resultó la presentación, que fue descartada no solo por la Cámara Federal, sino también por la Cámara de Casación y ahora por la propia Corte.
Este fallo llega en un contexto donde la Corte ha mostrado mayor actividad en causas de alto perfil político, como la de la ex presidenta Cristina Kirchner. La reactivación de Correo Argentino podría interpretarse como un intento de mostrar equilibrio institucional. Pero resulta difícil pasar por alto que, mientras algunos expedientes avanzan con velocidad quirúrgica, otros —como este— parecen encerrados en un laberinto sin salida.
El caso Correo Argentino no es solo un conflicto empresarial ni una disputa técnica sobre un acuerdo comercial. Es un símbolo del cruce entre negocios privados, funciones públicas y una justicia que, lejos de actuar con celeridad, se deja arrastrar por los tiempos del poder. Que recién en 2025 se rechace un recurso contra un pacto sellado en 2016 por una deuda generada en 2001 es, en sí mismo, una confesión del fracaso institucional.
Más allá del fallo de la Corte, lo verdaderamente escandaloso no es lo que se resolvió esta semana, sino lo que se ha dejado de resolver durante todos estos años. Y lo que eso revela: que en la Argentina, la justicia puede ser severa con los débiles, pero extraordinariamente paciente con los poderosos.
